domingo, 15 de noviembre de 2015

Somorrostro 1874: Viejas Guerras, Nuevas Tecnologías

¿Son las "guerras" susceptibles de ser estudiadas con métodos arqueológicos? La respuesta es una indudable y tajante afirmación, siempre que se tengan en consideración aspectos específicos de los conflictos bélicos. De hecho, ya hemos comentado en anteriores entradas que la Arqueología ha desarrollado una nueva rama de conocimiento denominada "Arqueología del Conflicto" en su término global, o "Arqueología de los Campos de Batalla", en su término más específico.

¿Precisan las guerras del XIX o del XX de estudios arqueológicos? Si asumimos una definición simple de "Arqueología" como aquella disciplina científica que permite la reconstrucción de la "Historia" a través del estudio de restos materiales, nos encontramos con un severo problema. Hasta fechas bien recientes, se daba por hecho que las fuentes documentales y bibliográficas reflejaban con suficiente claridad el "desarrollo de los hechos", en ausencia de lagunas históricas que precisaran de trabajos arqueológicos. Y siguiendo este mismo hilo argumental, se puede concluir que los restos materiales de estos conflictos carecen de interés de preservación, análisis, estudio, catalogación, etc. ya que no sirven en el objetivo de "reconstrucción del conocimiento histórico" y en el mejor de los casos, la Arqueología puede aportar una descripción física de los vestigios. Así de fácil... y así de desolador. 

Por suerte, este panorama esta cambiando. Los estudios específicos en la "Arqueología del Conflicto" se han incrementado de forma exponencial, con una creciente sensibilidad social en relación con estos "elementos patrimoniales". Y sin más preámbulos os presento el artículo de corte científico "Somorrostro 1874: Viejas Guerras, Nuevas Tecnologías" de reciente publicación en la revista Kobie (Nº 33, p107-127 ) que edita la Diputación Foral de Bizkaia.

Resumen

Se presentan los resultados del primer trabajo que de forma específica aborda el estudio de un campo de batalla de la Guerra Carlista con metodología arqueológica en la Comunidad Autónoma del País Vasco. Las prospecciones realizadas sobre los restos físicos de las “Batallas de Somorrostro” (de febrero a abril de 1874) han combinado la exploración geofísica, los sistemas de posición global (GPS) e información geográfica (SIG), utilizando una metodología eficiente y extrapolable a otros ámbitos. La interpretación de los resultados genera un discurso histórico propio, complementario o novedoso respecto del obtenido de las fuentes documentales, que incrementa el conocimiento de las acciones bélicas.

Laburpena

EAEn, Karlistadako guda zelai baten ikerketaren inguruko lan zehatzen emaitzak aurkeztu nahi dugu metodologia arkeologikoa erabiliz. Somorrostroko Batailen (1874ko otsail eta apiril bitartean) aztarna fisikoen gainean egindako prospekzioek esplorazio geofisikoa, kokatze globaleko sistemak (GPSa) eta informazio geografikoa uztartu dituzte, eraginkorra eta beste arlo batzuetan erabilgarria den metodologia erabiliz. Emaitzen irakurketak berezko diskurtsoa ahalbidetzen du, osagarria edota berria dena dokumentu iturrien aldean, ekintza belikoen ezagutza eta garapena handituz

Abstract

The results of the first research dealing explicitly with the study of a battlefield of the Carlist war in the Basque Country using archaeological methodology are presented. Surveys performed on the physical remains of the “Battles of Somorrostro” (February to April 1874) have combined geophysical exploration, global positioning systems (GPS) and geographic information systems (GIS), using an efficient methodology which can be extrapolated to other areas. The interpretation of the results generates its own historical discourse, innovative or complementary to that obtained from documentary sources, which increases the knowledge of these military actions.

Palabras Clave: Arqueología militar. Campo de batalla. Guerra Carlista. SIG.
Gako hitzak: Arkeologia militarra. Guda zelai. Karlistadako guda. SIG.
Key words: Battlefield. Carlist War. GIS. Military archeology.

1. Introducción

Nuevas tecnologías, cada vez más accesibles, están complementando eficientemente los estudios tradicionales de Arqueología. Entre estas mejoras nos encontramos con el desarrollo y evolución de Sistemas de Información Geográfica (SIG), los Sistemas de Posicionamiento Global (GPS) y el notable avance de aparatos asociados a los estudios geofísicos. Algunas de estas herramientas fueron desarrolladas hace varias décadas, sin embargo es a lo largo de estos últimos años cuando la reducción del coste de las mismas ha permitido su uso de forma generalizada. Esto ha posibilitado que su aplicación no quede restringida exclusivamente a los ámbitos para los que fueron creadas, desarrollándose nuevos campos de colaboración y elementos interdisciplinares entre diferentes espacios científicos.

De igual forma, la Arqueología ha evolucionado generando nuevas corrientes o ámbitos de estudio. Entre estas nuevas ramas de conocimiento encontramos la denominada “Arqueología militar” que cuenta con su propio objeto de estudio en las evidencias materiales de la acción militar humana; y más específicamente, encontramos el estudio de los campos de batalla, que abarca cronologías que van desde la Prehistoria hasta la edad contemporánea (Quesada 2008). Esta última afirmación resulta especialmente singular, ya que hasta no hace demasiado tiempo, los hallazgos de materiales asociados a la Guerra Civil de 1936 o guerras decimonónicas eran descartados en la reconstrucción del conocimiento histórico; y donde, en el mejor de los casos, la Arqueología únicamente establecía una visión descriptiva de los vestigios en ausencia de una metodología estandarizada a seguir. De hecho, hasta fechas recientes, la mayor parte de las publicaciones relacionadas con los conflictos del XIX y XX, provenían de aficionados e historiadores locales, donde la iniciativa para el desarrollo de este tipo de estudios la habían tomado pequeños centros de interpretación o museos (Alonso 2008: 292).

Rebasadas las reticencias iniciales se considera que la investigación con metodología arqueológica de los campos de batalla ha alcanzado su madurez en términos de teoría académica, metodología, procedimientos de trabajo de campo, generación de medios de difusión especializados y reconocimiento académico; presentando su propio espacio como asignatura en algunas universidades y con una creciente actividad científica paralela al inusitado interés que esta disciplina despierta en el público en general (Quesada 2008: 26).

Dispersión de los hallazgos arqueológicos del
Cerco de Andagoste (Ocharan & Unzueta 2002).
De hecho, es ya comenzado el siglo XXI cuando las publicaciones comienzan a ser frecuentes, encontrándonos con una notable diversidad de periodos históricos en estudio: desde el romano, con los trabajos realizados sobre la Batalla de Baecula (Bellón et al. 2004); siglo XVIII con la batalla de Talamanca  (Rubio & Hernandez 2012), hasta la última Guerra Civil (Alonso 2008; González et al. 2010a y 2010b, Ayán & González 2013, por citar algunos), que cuenta con su propio elemento monográfico en la web “Arqueología de la Guerra Civil Española”.

En el ámbito del País Vasco destacan los estudios del campo de batalla romano de Andagoste (Ocharan & Unzueta 2002), así como los trabajos relacionados con la Guerra Civil de 1936 realizados por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en consonancia con el marco creado tras la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica (Ley 52/2007 de 26 de Diciembre). Más abundantes y frecuentes son los artículos referentes a la arquitectura militar que incluyen fortificaciones del siglo XIX. En este último campo destacamos la excavación del denominado fuerte de Zumalakarregi en la localidad gipuzkoana de Soraluce (Buces & Moraza 2011), así como los trabajos desarrollados por Saez Garcia (2002) en relación con el conocimiento de las fortificaciones decimonónicas de Gipuzkoa y la prospección de posibles restos del fuerte de Arrontegi de la guerra carlista en Bizkaia (Martinez 2010).

      1.1. Objetivos 

Los objetivos del trabajo son los siguientes:
  • Establecimiento de una metodología de trabajo fundamentada en la “arqueología de los campos de batalla”, susceptible de ser aplicada en otros campos que precisen de estudios que combinen la prospección geofísica, los Sistemas de Posición Global (GPS) y los Sistemas de Información Geográfica (SIG)
  • Recuperación, georeferención, estudio y conservación de materiales relacionados con las “Batallas de Somorrostro
  • Creación de una geobase de datos, de forma que se disponga de una herramienta rápida y eficaz para el trazado de mapas de hallazgos y que permita una mejor gestión del patrimonio bélico inventariado
  • Corroborar afirmaciones y desarrollo de las acciones bélicas registradas en la distinta bibliografía a través de la interpretación de los hallazgos arqueológicos
  • Establecimiento de zonas susceptibles de ser protegidas

2. Metodología 

La base metodológica en la denominada “arqueología de los campos de batalla” se sustenta en la combinación de distintas tecnologías de prospección geofísica, los Sistemas de Posición Global (GPS) y los Sistemas de Información Geográfica (SIG); permitiendo una interpretación del evento bélico en el conjunto del paisaje (Lees 2002: 16).

Recreación de una carga escocesa durante la batalla
de Culloden (1746).
Resulta imposible ignorar que el uso inadecuado de algunas de estas tecnologías geofísicas, especialmente la detección metálica, ha generado notables afecciones al patrimonio arqueológico, obligando a la realización de una legislación propia por parte de las administraciones (Rodríguez 2003, 2012). Como herramienta arqueológica se ha utilizado de forma intermitente desde los años 50, influyendo en su falta de uso una aparente ausencia de resultados, la carencia de otros adelantos técnicos y, especialmente, la notable mala imagen asociada al expolio de piezas (Thomas & Stone 2009: 34). De hecho no fue hasta la década de los años 80 cuando la comunidad arqueológica comenzó a reconocer las potenciales del detector de metales dentro del campo de la Arqueología militar con los trabajos asociados a la batalla de Little Big Horn, (Scott et al. 1989). En los últimos 20 años su utilización se ha incrementado de forma notable existiendo numerosa bibliografía, especialmente importante en Estados Unidos en trabajos relacionados con las Guerras Indias y Secesión (Smith et al. 2009: 85). También son profusas las publicaciones en Gran Bretaña asociados al estudio de los campos de batalla de sus guerras civiles y escocesas; y por destacar otro ejemplo, encontramos los trabajos realizados en el campo de batalla romano de Teutoburgo en Alemania (Varusschlacht Museum 2014).

Actualmente asistimos a una notable evolución de la tecnología de los estudios geofísicos; de hecho, muchos trabajos relacionados específicamente con los campos de batalla utilizan de forma combinada las prospección metálica junto al uso del georadar (Hunt 2010: 78, Steven et al. 2007: 39), y lo cierto es que cada vez existe una mayor posibilidad de utilizar medios “no-invasivos”. De hecho, algunos autores ya contemplan la posibilidad de prospectar e identificar en ausencia de recuperación, manteniendo la integridad del área arqueológica (Heckman 2005: 37).

A continuación se presenta una propuesta de metodología de prospección metálica asociada al estudio de un “campo de batalla” diferenciándose varias fases:

     2.1. Estudio histórico y planimétrico

A la hora de estudiar una batalla y el desarrollo de la misma, es necesario tener en cuenta que es de notable dificultad, incluso para un testigo presencial, el obtener un panorama claro de la sucesión de eventos. La superposición de acontecimientos casi simultáneos en distintos puntos de la línea de batalla, además de las limitaciones impuestas por la topografía, impiden hacerse una idea global del desarrollo de una acción, incluso a pequeña escala (Quesada 2008: 28). Por lo tanto, es obligatorio realizar una lectura crítica de todo el material histórico existente. Entre estas fuentes encontramos (Alonso 2008: 297):
  • Bibliografía de época
  • Archivos históricos
  • Memorias y escritos de excombatientes participantes en la contienda
  • Partes de guerra
  • Cartografía militar de época
  • Prensa y revistas de época
  • Testimonios orales tanto directos como indirectos o que hayan quedado en la memoria colectiva de una comunidad
Esta primera fase resulta crucial para el establecimiento de la cronología de eventos, así como para la extracción de toda la información geografía existente para su posterior inclusión en un SIG, que permitirá localizar con exactitud áreas específicas y guiar los estudios arqueológicos (Thomas & Stone 2009: 35, Nolan 2007: 26), además de georeferenciar elementos adicionales de topografía y orografía en una comparación visual entre la situación actual y la descripción histórica.

De igual forma, se juzga necesario la elaboración de un listado de posibles elementos metálicos propios de la época y zona de estudio, que puedan aparecer durante las prospecciones, permitiendo una agilización de todo el proceso de identificación, catalogación y tratamiento de los resultados (O’Dell 2011: 32). Para ello es necesario tener en cuenta que existe una clara diferenciación de tipologías en función de la cronología del campo de batalla, y con una especificidad importante en el apartado de cartuchería a partir del siglo XIX (Martinez 2008: 385). La bibliografía y fuentes documentales en relación con estos objetos metálicos resultan especialmente abundantes, existiendo foros especializados en internet que permiten una determinación inequívoca de cualquier elemento, aunque sea fragmentario.

     2.2. Estudio de campo 

Una vez establecidas sobre cartografía SIG las áreas de estudio, se procede a los trabajos de prospección metálica con 3 pasos a tener en cuenta:
  1. Selección del tipo prospección y características técnicas del detector de metales
  2. Localización, extracción y georeferenciación de las piezas
  3. Identificación in situ

  

        2.2.1. Tipo de prospección

Los métodos tradicionales establecen dos fases en las prospecciones metálicas, con un primer equipo encargado de localizar los elementos y señalizarlos; y un segundo equipo para georeferenciar y excavar los materiales (Heckman 2005: 9, Hunt 2010: 65, O’Dell 2011: 28). Sin embargo, y exceptuando situaciones donde sea necesario la utilización de un GPS de exactitud subcentimétrica, los avances técnicos permiten que un único operario experto realice todo el proceso: búsqueda, localización, extracción, georeferenciación e identificación (Smith et al. 2009: 50). En función del esfuerzo de muestreo se diferencian dos tipos de prospección:

A) Prospección básica: Indicada para grandes áreas en las que se desconoce su potencialidad o se precisa de un reconocimiento superficial, pudiendo ser un complemento idóneo a la prospección arqueológica superficial. En este tipo de prospección, se establecen transectos paralelos separados por una distancia de 3 a 10 m dependiendo de la zona de búsqueda, objetivos, condiciones del terreno o vegetación presente (Heckman 2005: 9, Hunt 2010: 50, Butler 2011: 10; Butler et al. 2011: 33, Steven et al. 2007: 4).

Ejemplo de delimitación  de un área acotada para
proceder a una prospección intensiva.
B) Prospección metálica intensiva en áreas acotadas. En función de la orografía y de los propósitos del análisis, se puede optar por dividir la zona mediante cuadriculas de entre 10x10 a un máximo de 20x20 m. Los trabajos de detección se realizan mediante transectos a lo largo de este área, y con objeto de maximizar los resultados, algunos autores realizan dos pasadas al área en sentidos perpendiculares (Thomas S. & Stone P.G 2009: 191). Es necesario tener en cuenta que el porcentaje de recuperación de piezas metálicas depende de numerosas variables: tipo de artefacto, condiciones del suelo, detector utilizado y de forma evidente, de la experiencia del operador (Smith et al. 2009: 50).

No será hasta la primera visita a la zona seleccionada, cuando un estudio visual nos permitirá comprobar la ideoneidad del tipo de prospección seleccionado. De hecho, ambas prospecciones sólo resultan posibles en situaciones “ideales”, es decir, campos abiertos con una densidad de vegetación baja que permite al operador moverse con soltura. La realidad es que en las labores de campo abunden las zonas de elevada pendiente, la vegetación densa y las zonas de difícil acceso. En estos casos se realiza una prospección tipo "orgánico", consiste en recorrer los senderos, caminos principales y secundarios, así como sus entornos y zonas accesibles (Rubio & Hernandez 2012: 35).

El operador del detector deberá llevar conectado el GPS, de forma que todo su patrón de actividad quede registrado en el denominado track; siendo necesario que el aparato sea manipulado convenientemente, no solo para facilitar la máxima precisión a la hora de georeferenciar puntos, sino también para que el track presente una grabación secuencial de puntos lo más amplia posible.

Como herramientas adicionales a la prospección, además del detector y el GPS, se añade una cámara digital, escala, calibre, lupa de campo, material de almacenamiento e etiquetado, así como elementos para proceder a la extracción de las piezas y equipos de protección de los operarios.

     

     2.2.2. Selección de las características del detector

El detector de metales se incluye dentro de las herramientas de investigación geofísica (Sutherland 2005: 21). Sus principios de funcionamiento están basados en la conductividad de los metales, donde el aparato crea un campo electromagnético que penetra en la tierra hasta una profundidad determinada. Si ese campo se ve influenciado por la presencia de algún metal, el detector emite una señal. La profundidad máxima a la que se trabaja es de entre 20-30 cm para objetos del tamaño medio de una moneda, pero varía de forma notable en función del tipo y calidad del instrumento utilizado.

Existe un amplio mercado para este tipo de aparatos, con una cada vez más importante posibilidad de programación específica que condiciona de forma importante su funcionamiento. Todo ello hace que estos instrumentos presenten una cierta complejidad de uso que precisa obligatoriamente de operadores expertos. En su ausencia, la información generada puede resultar parcial o nula, pudiéndose establecer interpretaciones erróneas de la potencialidad del área arqueológica (Sutherland 2005: 21).

De forma general las prospecciones se realizan en ausencia de discriminación metálica, si bien puede variar en función de los objetivos, disponibilidad temporal y financiación disponible (Thomas S. & Stone P.G 2009: 197). En los casos donde la densidad de objetos férricos sea tan elevada que dificulte la detección de otras señales, se puede proceder a la discriminación de blancos de hierro de pequeño tamaño y algunos autores optan directamente por una búsqueda selectiva restringiendo la señal exclusivamente al material metálico deseado (Hunt 2010: 66, Butler et al. 2011: 10).

En cualquier caso y dada la rápida evolución tecnológica de estos aparatos, se juzga necesario que las labores de prospección registren “metadatos” asociados a su uso y manipulación, es decir: tipo de aparato, discriminación presente, plato utilizado, frecuencia de señal, etc.

     

     2.2.3. Localización, extracción y georeferenciación

Una vez detectado un objeto se procede a la realización de comprobaciones rutinarias por parte del operador que incluyen: localización lo más exacta posible de la pieza, tipo de metal y profundidad estimada. Esta información resulta crucial ya que permite proceder a la retirada de tierra con garantías suficientes como para no dañarla, además obtener una idea preliminar de una posible identificación. En este proceso se desaconseja el uso de picos o elementos punzantes, ayudándonos de una pala para realizar un agujero alrededor de la pieza, extrayéndose los primeros 20 o 30 primeros centímetros de suelo en un único bloque siempre que sea posible. Cuando el elemento metálico queda expuesto, se realiza una foto del mismo junto con una escala y se procede a su inclusión en forma de waypoint en el GPS.
Goereferenciación de hallazgos "in situ".

Los GPS de campo presentan una exactitud variable de georeferenciación en función del número de satélites, cobertura, etc., con error variable de entre 2 y 5 metros. Este margen, excesivo en una excavación tradicional, resulta asumible en el caso de la arqueología de campos de batalla, que no busca el registro de estructuras sino los patrones de dispersión relacionados con el enfrentamiento (Rubio & Hernandez 2012: 35). En cualquier caso y previamente al inicio de los trabajos será necesario establecer cual es el grado de exactitud que se precisa, ya se métrica, submétrica o incluso subcentimétrica.

  

        2.2.4. Identificación in situ

Los materiales recuperados son identificados en el momento de su georeferenciación. Este proceso obliga al operador a estar familiarizado con la tipología de materiales que es esperable encontrar en la zona de prospección, y de ahí la importancia del listado de los posibles objetos y sus características construida durante el vaciado bibliográfico del estudio histórico, así como una codificación de los mismos que facilite su incorporación al GPS y posteriormente a la geobase de datos.

Además de la identificación codificada en el waypoint, se anotaran otro tipo de datos y observaciones in situ siempre que la pieza lo permita, como marcajes en el caso de vainas o impactos en el caso de las balas; así como mediciones de su diámetro mediante calibre. Algunos autores como O’Dell & Powers (2011: 28) establecen la necesidad de determinar la dirección magnética, declinación o ángulo de los objetos en el suelo. Consideramos que este tipo de información puede ser interesante en contextos intactos y en excavaciones arqueológicas tradicionales; sin embargo en campos de batalla “alterados” retrasa mucho los trabajos de prospección, además de no aportar información fácilmente interpretable. No hay que olvidar que las balas impactadas pueden salir despedidas en cualquier dirección y quedar completamente deformadas. Y por otro lado, los objetos al llegar al suelo, ya sea por actividad agraria o por simples inclemencias meteorológicas pueden sufrir alteraciones en cuanto a su orientación inicial.

Todas las piezas son susceptibles de ser estudiadas en profundidad, por lo que es necesario que todo el proceso de identificación y almacenamiento sea inequívoco, siendo recomendable utilizar bolsas y etiquetas individuales. Por último, la tierra extraída es devuelta a su situación original, continuando con el proceso de prospección.

   

  2.3. Estudio de gabinete 

Es evidentemente la importancia del componente “espacial” en todos los hallazgos arqueológicos; en este contexto el uso de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) se hace obligatorio en este tipo de trabajos, permitiendo la compilación de datos espaciales e información asociada en una única entidad de organización que sirve como librería de datos permanente, plataforma de análisis y ventana de visualización. Indudablemente nos encontramos con otro elemento que precisa de personal cualificado y experimentado con conocimiento de bases de datos, proyecciones cartográficas, sistemas de coordenadas y habilidad en el manejo de herramientas del SIG que permitirán una multitud de cálculos y observaciones adicionales que ayudan a la interpretación de los resultados, a la gestión del patrimonio o a la planificación de futuras prospecciones.

Una vez finalizados los trabajos de campo, ya en el gabinete, todos los datos del GPS (waypoints y tracks) y cámara digital son descargados y trasladados al SIG en forma de geobase de datos. Los waypoints correspondientes a los elementos localizados quedan reflejados como una capa shape de puntos, con toda la información asociada a los mismos, incluida la fotografía del mismo. Por su parte el track referente al movimiento del operador es trasformado en un polígono de 1,5 m de ancho correspondiente al movimiento de “barrido de suelo” que realiza el operador en su avance. Esto permite establecer con exactitud zonas que presentan hallazgos, zonas que no los presentan y zonas que no se han prospectado.

A continuación los materiales serán limpiados mediante un suave baño de agua, para retirar el exceso de tierra y secados al aire. Esto permite determinar su estado y la necesidad de aplicar otras técnicas de limpieza o conservación (Carlson-Drexler et al. 2008: 25); además de facilitar una comprobación de la identificación realizada in situ. En el caso de elementos con marcajes o grabados (cartuchería, botones, etc) se procede a su lectura, incorporando los detalles adicionales a la base de datos.

Por último, una vez secados son introducidos en una nueva bolsa, pudiéndose optar por la agrupación de elementos del mismo tipo y a su catalogación definitiva. En función de la finalidad del estudio y época, los elementos recuperados pueden ser estudiados en mayor profundidad y analizados por personal experimentado, así como realizar comparaciones con colecciones o materiales de referencia (Carlson-Drexler et al. 2008: 25, O’Dell 2011: 33).

3. Aplicación Metodológica en un Campo de Batalla Carlista 

En el ámbito geográfico del Oriente de Cantabria y Encartaciones Bizkainas, uno de los episodios más destacables ha sido, sin duda, la sucesión de batallas acaecidas entre febrero y abril de 1874 dentro del marco de la última guerra carlista (1872–1876) y que reciben el nombre genérico de Batallas de Somorrostro.

Panorámica del valle de Somorrostro durante las batallas.
Tomado de la Ilustración Española y Americana.
A pesar de constituir un evento de relevancia histórica, tanto militar como social, para el que existe abundante información, son prácticamente nulos los estudios contemporáneos que se han ocupado de documentar, estudiar y divulgar los hechos bélicos de forma sistemática y pormenorizada. Si el desconocimiento histórico general que existe en relación con las Guerras Carlistas a nivel global es innegable, todavía lo es más a medida que se desciende hacia los aspectos particulares de estas contiendas.

Hasta la fecha son numerosas las personas que a nivel personal se han interesado por las Batallas de Somorrostro recopilando distinta información de carácter histórico y con variados objetivos. Entre ellos encontramos personajes relevantes de la sociedad bilbaína como el historiador Manuel Basas Fernandez o Enrique de Areilza y Arregui, publicándose en el año 2007 una pequeña monografía a cargo del historiador Cesar Alcala. También resulta notablemente remarcable por su carácter didáctico y visual, el trabajo realizado por Armando Cruz (2012).

A finales de marzo de 2010 surge un proyecto de investigación histórica, coordinándose una primera labor de prospección que contó con el apoyo e interés de asociaciones culturales y corporaciones municipales de la zona de Bizkaia, ampliándose posteriormente a territorio cántabro mediante un proyecto financiado por la Dirección General de Cultura del Gobierno de Cantabria (Arrate et al. 2012). Finalmente, es en el año 2012 cuando incorporados a los trabajos de control arqueológico de las obras del gaseoducto Bilbao-Treto (Tanea 2012), se presenta un proyecto específico al Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Bizkaia para el estudio de este patrimonio bélico.

     3.1. Estudio histórico y planimétrico

La Batallas de Somorrostro se desarrollaron en un área de unos 50 Km2, la mayor parte de ellos comprendidos dentro del territorio histórico de Bizkaia, pertenecientes a los municipios de Muskiz, Abanto, Zierbana, Sopuerta, Galdames y ya en Cantabria, a Castro Urdiales. La mayoría de los terrenos se corresponden actualmente con plantaciones de coníferas y eucaliptos, con pequeñas zonas de pradera para pastos y manchas de bosque autóctono en la ribera de los arroyos, así como una importante alteración por presión industrial y urbana en la ría del Barbadun. La zona de estudio presenta varios lugares interés arqueológico recogidos en los correspondientes Inventarios Oficiales, si bien, ninguno está relacionado con las Batallas de Somorrostro.

Ámbito geográfico de estudio de las Batallas de Somorrostro y zonas de prospección sobre cartografía 1:25000.
Se ha realizado un intenso vaciado bibliográfico, incluida la recopilación de datos procedentes de archivos históricos y parroquiales, y tomadas en consideración las distintas fuentes se procedió a la realización de una reconstrucción histórica de las batallas, con el objetivo de obtener una visión lo más imparcial y realista posible de los eventos bélicos; además de proceder a la determinación de zonas de interés para la prospección arqueológica y el establecimiento de una relación de los posibles objetos metálicos que pudieran ser localizados para agilizar el proceso de identificación y catalogación. Un importante volumen de este material se encuentra todavía en fase de redacción, estando en proyecto futuras publicaciones de carácter divulgativo similar a la realizada por Arrate (2010). A continuación se presenta un breve resumen histórico como elemento de contextualización de los trabajos realizados:

El ejército carlista, tras las victorias de Estella (agosto de 1873), Montejurra (noviembre de 1873) y la toma de Portugalete (enero de 1874) contemplaba la posibilidad de conquistar la villa de Bilbao, reducto liberal en Bizkaia, procediendo a establecer un Sitio para obligar a su rendición.

Numerosas tropas del ejército liberal se desplazan en ferrocarril hasta Santander y apercibidos los carlistas de este inusitado despliegue de fuerzas que avanzan por la costa de Cantabria con el objetivo de levantar el incipiente Sitio de Bilbao, el alto mando carlista ordena la fortificación del puerto de Saltacaballos, una vez desestimada la toma de Castro Urdiales. Sin embargo en la noche del 16 de febrero las tropas carlistas se ven obligadas a desalojar sus prematuras defensas, retirándose al otro lado de la ría del Barbadun.

El 19 de febrero de 1874 se encuentra el ejército liberal ocupando la orilla izquierda del río Barbadun, desde su desembocadura hasta las estribaciones del monte Corbera que formaba la derecha de su línea, extendiéndose el ejército por retaguardia siguiendo la carretera hasta la villa de Castro Urdiales que servía como base de sus aprovisionamientos. Por su parte, los carlistas se fortifican a lo largo de la línea de montes y colinas que van desde las alturas del monte Montaño hasta las faldas de Triano. En el centro de su línea destacaban las iglesias de San Pedro de Abanto y Santa Juliana, convertidas en dos fuertes reductos.

Recreación de la Batalla de Lacar.
El 24 de febrero comienza la 1º de las grandes confrontaciones entre ambos ejércitos. Durante el 24 y 25 de febrero (Batalla de Montaño), los liberales asaltan el pico Montaño supeditando su avance a la cobertura de su moderna artillería sin lograr desalojar a los carlistas de su cima. El general de las tropas liberales, Domingo Moriones Murillo, tras comunicar mediante un telegrama a Madrid su fracaso, abandona el mando. Los ecos de la derrota de un “poderoso” ejército moderno frente a las mal armadas y peor uniformadas tropas rebeldes no se hacen esperar, llegando a Somorrostro numerosos corresponsales nacionales e internacionales a cubrir las noticias del Sitio de Bilbao y el frente de Somorrostro.

El nuevo general de las tropas liberales será el Presidente del Poder Ejecutivo de la efímera I Republica, el general Francisco Serrano y Domínguez, Duque de la Torre. Hasta el día 19 de marzo las fuerzas liberales continúan con los trabajos de organización, municionamiento de las tropas e intendencia liberales; entre 22.000 y 30.000 efectivos y unas 50 piezas de artillería. Por su parte el ejército carlista compromete más del 50% de su Ejercito del Norte en el Sitio de Bilbao y línea de Somorrostro, con 15.000 hombres y una manifiesta ausencia de artillería efectiva, una notable multiplicidad de armamento y una clara carestía en municiones.

Dispuestos a no ceder terreno, los carlistas se ocupan en mejorar sus defensas visto el notable destrozo que causa la artillera del ejército liberal; se abren trincheras donde se ocultan hasta la altura de la cabeza los soldados, eliminando la tierra sobrante para evitar que los artilleros enemigos puedan tener un blanco en el horizonte, comunicándose entre sí y cruzando los fuegos para defender de forma efectiva todas las posiciones y conectando todo el sistema mediante reductos estratégicamente colocados. Se denominará “trinchera carlista” siendo un referente de ingeniería militar del que tomaran buena nota los militares tanto nacionales como extranjeros.

El 20 de marzo el mal tiempo aborta un desembarco de 9.500 hombres en la playa de Algorta, y el estrangulamiento que sufre Bilbao precisa de una acción contundente que acalle las críticas, que una vez más, se elevaban desde los círculos editoriales de la capital y que hacen tambalear el ya de por sí, inestable gobierno de la I República. El 25, 26 y 27 de marzo Serrano ordena un ataque a lo largo de toda la línea de Somorrostro (Batalla de San Pedro de Abanto). El intento de romper el centro de la defensa carlista en San Pedro de Abanto, la zona más fortificada y mejor defendida produce una sangría de hombres y material. El veterano carlista Telesforo Sáenz de Ugarte escribió en su diario (Arostegui 1976: 541): “Fue un día de horror y luto, pues los soldados no querían seguir y fue preciso que los oficiales sacaran sus espadas y obligarles, pues sabían que iban en busca de la muerte. Aquel campo quedó regado de sangre, pues como se tiraba a tan corta distancia se les hizo numerosísimas bajas” y el historiador Pirala (1892: 188): “Heroicos esfuerzos hicieron los liberales para apoderarse de San Pedro; todo inútil; llegaron hasta la orilla del arroyo, que no pudieron salvar, y allí encontraron la muerte. ¡Cuántos cadáveres llenaron el pequeño pardo triangular al pie de la eminencia en que está San Pedro y junto a la carretera! […] pero en ninguna parte se presentó espectáculo más horrible que en un prado entre Las Carreras y San Pedro de Abanto, al pie de la eminencia de éste, y en cuyo espacio había dos o tres filas de cadáveres unos encima de otros. […] Estos cadáveres fueron enterrados sobre el terreno en cinco grandes fosas, y en otros puntos”. Los esfuerzos del ejército liberal son baldíos; sus avances son mínimos y el escaso terreno conquistado carece de valor estratégico.


El 28 de marzo el estado mayor carlista se reúne en consejo. El desgaste de su ejército es innegable, no existiendo la posibilidad de aportar nuevas tropas, con un alto gasto de material que difícilmente puede ser repuesto y compromete la seguridad de todo lo conseguido hasta el momento. Sin embargo, el peso de una minoría de los generales carlistas se impone, manteniendo el Sitio. Mientras, el frente de Somorrostro entra en un letargo donde los contactos entre las líneas enemigas se hacen continuos.

El presidente/general Serrano solicita a Madrid la creación de un nuevo Cuerpo de Ejército que llegará a las órdenes del general Manuel Gutiérrez de la Concha, Marques del Duero. Son 15.000 nuevos hombres, repartidos en 24 batallones y 20 nuevas piezas de artillería. La tercera gran batalla de la Campaña de Somorrostro comenzará el 27 de abril con un movimiento envolvente por el puerto de las Muñecas (Batalla de la Muñecas). El ejército carlista, no dispone ya de los medios, ni de los hombres como para defender el paso de forma efectiva. Roto el frente por las Muñecas y ante la posibilidad de quedar la práctica totalidad del Ejército Carlista del Norte copado, se toma la decisión de levantar la Línea de Somorrostro y abandonar el Sitio de Bilbao. Acción que se realiza en perfecto orden, sin pérdida de material ni hombres por parte del ejército carlista. El general Concha hará una entrada triunfal en Bilbao el 2 de mayo poniendo fin al Sitio de Bilbao.

Ejemplo de georeferenciación sobre cartografía
y ortofoto actual de un mapa de época.

           3.1.1. Estudio planimétrico

La bibliografía consultada aportó numerosa información geográfica, incluidos mapas topográficos de detalle que fueron convenientemente tratados en el SIG mediante su correcta georeferenzación sobre cartografía y ortofotografía actual. Esto permitió establecer zonas de interés específico, además de aportar distinta información adicional para una mejor compresión del desarrollo de las batallas.

      3.1.2. Creación de la base de datos de elementos metálicos

La última Guerra Carlista se caracterizará por ser una “guerra moderna”, donde está plenamente desarrollado el concepto de retrocarga, tanto en artillería, como en fusilería, al igual que el uso de cartuchos metálicos, lo que supone una mayor cadencia de tiro y una mayor distancia efectiva de la armas. Sin embargo, el ejército carlista siempre se encontrará en clara desventaja respecto al material utilizado, viéndose obligado a adquirir a otros países armamento, por lo general excedentes o material obsoleto; o bien, proceder a su fabricación. Durante la campaña de Somorrostro serán pocas las compañías carlistas armadas con el fusil de éxito del momento, el Remington Modelo 1871, con el que contaba el ejército liberal. Esto genera una clara diferenciación, no sólo entre los dos ejércitos, sino también dentro de los distintos batallones carlistas, donde no todos están dotados del mismo armamento, con el consiguiente problema de abastecimiento de munición. Cómo ejemplo de esta situación, un veterano guipuzcoano relató al Padre Apalategui (2005: 99) que su batallón contó hasta con 7 modelos de fusiles distintos.

Tomando como referencia el trabajo de Martinez (2008), tras el pertinente vaciado bibliográfico y una identificación de elementos asociados a una primera serie de prospecciones, se procedió a la confección de una base de datos con un listado de elementos metálicos, haciendo especial distinción a la cartuchería existente, con una codificación y categorización de elementos para facilitar su incorporación a al GPS y posterior uso en la geobase de datos.

     3.2. Estudio de Campo de Las Batallas de Somorrostro

Partiendo de los datos obtenidos en la bibliografía, así como en los trabajos previos sobre cartografía de época y actual mediante la utilización del SIG, se seleccionaron varias zonas de interés para proceder a la prospección metálica. La mayoría de ellas se corresponden con lugares de dominio carlista, exceptuando la zona de Pico Ramos como lugar de emplazamiento de artillería liberal.

          3.2.1. Selección del tipo de prospección

De forma general las prospecciones intensivas se realizaron en combinación con los trabajos arqueológicos asociados a la construcción del gaseoducto Bilbao – Treto (Tanea 2012); sin embargo, en muchas ocasiones la orografía del terreno, el crecimiento arbustivo y las plantaciones de coníferas ha supuesto la necesidad de adaptarse a los espacios despejados o caminos ganaderos, dentro de la denominada “prospección orgánica”.

          3.2.2. Selección de las características técnicas del detector

Los trabajos de prospección metálica se han realizado mediante un detector de metales profesional, marca Whites modelo XLT, con plato de 24 cm y monofrecuencia de 6,5 kHz presentando variaciones referentes a la programación del mismo, en función de la condición arqueológica de la zona. En zonas de interés el aparato fue programado para la detección de todos los metales, maximizando la profundidad de localización de hallazgos. En zonas a priori no interesantes, se realizó una búsqueda metálica con discriminación, donde los elementos férricos fueron únicamente desenterrados cuando por tamaño o por condiciones de oxidación o aleación con otros metales pudieran ser susceptibles de pertenecer a artefactos bélicos.

          3.2.3. Georeferenciación de hallazgos

Todo el desarrollo de los trabajos de prospección, incluidos los track de movimiento del operador del detector así como los hallazgos, han quedado registrados mediante la utilización de una GPS GARMIN Legend Etrex, para seguidamente ser volcados en una geobase de ArcGIS. La base presenta una categorización de los distintos materiales para permitir un acceso rápido e inequívoco, donde cada pieza presenta una codificación, su localización mediante coordenadas geográficas UTM (Datum ETRS89), información adicional, así como una foto de hallazgo in situ realizada tras su extracción.

     3.3. Resultados

          3.3.1. Materiales localizados

Durante las labores de prospección se ha trabajado sobre una superficie superior a los 18.000 m2 donde se han localizado un total de 718 piezas metálicas de las cuales, el 90% está claramente asociadas al periodo de las batallas; además de georeferenciar las trincheras todavía visibles, que contabilizan un total de 800 metros lineales.
Porcentaje de elementos metálicos por categorías.

Los objetos más abundantes son los relacionados con restos de munición y cartuchería, destacando la elevada proporción de elementos asociados a munición Remington, correspondientes prácticamente en su totalidad al ejército liberal. Le sigue restos de munición generados por la multiplicidad del armamento carlista (Munición 50-70, Berdan, Lefaucheux, avancarga…). También se han localizado un alto número de fragmentos dejados por la artillería liberal, siendo relativamente frecuente encontrar materiales asociados a la Guerra Civil de 1936 como resultado de la reutilización de algunas trincheras o lugares estratégicos. A continuación se presenta una descripción de los principales hallazgos tomando como referencia información localizada en las páginas: www.municion.org y www.catalogacionarmas.com.

Cartucho de munición Remington.
Los restos de munición Remington 11,15 x 57, R Rémington Español o .43 Spanish Remington representan casi la mitad de hallazgos (45% de los elementos metálicos localizados). Este cartucho de fuego central fue adoptado junto con el fusil monotiro Rémington modelo 1871. Fue el arma de éxito del momento basado en su simplicidad de su mecanismo, robustez y fiabilidad que además incluían las mejoras balísticas en su cartucho que conferían al fusil mayores prestaciones que el resto de fusiles de retrocarga del momento, con una velocidad de disparo de 9 descargas por minuto y un alcance máximo superior a los 1.000 metros. La Real Orden de 24 de febrero de 1871 lo declaraba reglamentario hasta sus sustitución  en 1893 por el fusil Mauser.

Vaina de cartucho 50-70 Benet.
Los restos de munición 50-70 representan el 14% de los elementos localizados. Se trata de un cartucho de pólvora negra y bala de plomo de tipo ojival de gran difusión y con numerosas variantes, diseñado en 1866 para el ejército norteamericano. La mayoría de las vainas localizadas pertenecen al tipo “50-70 Benet” que presenta un pistón interno patentado por el Coronel Stephen Vicent Benet (1829-1895) en 1868. Los carlistas importaron este tipo de munición, aunque posteriormente comenzaron a producirlos en distintas ferrerías, tanto de Bizkaia como de Gipuzkoa. Esta munición es utilizada en el fusil Springfield Modelo 1866 siendo citado en la bibliografía de época con los nombres de “fusil Alien”, “Allen”, “Springfield” o incluso “Berdan reformado”, existiendo una importante confusión entre los fusiles denominados “Berdan” y “Berdan reformados”, que afectó a la propia intendencia del ejército carlista. Ambos fusiles son de avancarga en origen transformados en retrocarga por un sistema notablemente similar. Sin embargo las patentes son diferentes y su llegada a manos del ejército carlista es también distinta.
Bala de cartucho 50-70.
El Springfield presentaba un cierre denominado Allin creado por Erskine S. Allin (1809-1879) en 1865, para la reconversión de los rifles de avancarga a la retrocarga y cartucho metálico. La rápida evolución de la industria armera norteamericana hizo que para el año 1869 estos fusiles pasaran a la reserva, siendo adquiridos por agentes franceses al comenzar la guerra Franco-Prusiana (1870-1871) que ante la imposibilidad de dotar a todo su ejército del fusil Chassepot procedió a la transformación de sus arsenales, así como a la adquisición de todo tipo de armas de retrocarga. Una vez finalizada la contienda Francia mantenía un gran número de este material sobrante no dudando los agentes carlistas en adquirirlos a precio de saldo.
Cartucho Berdan.

Los restos de cartuchería Berdan se han hallado en baja proporción (5% de los hallazgos), asociados a zonas de defensa carlista. Se trata de un cartucho metálico de fuego central, pólvora negra y bala de plomo destinado para los fúsiles “Berdan”. El advenimiento de la cartuchería metálica y la retrocarga, dejó obsoletos todos los fusiles con los que contaba el ejército. Al igual que ocurría en otros países, España comenzó el proceso de transformación de sus arsenales a las nuevas condiciones. Según la Real Orden de 14 de diciembre de 1867, se adoptó como modelo reglamentario el cierre Berdan Nº3, que en realidad era la quinta modificación del cierre “de charnela”, diseñado por el norteamericano e ingeniero industrial y militar Hiram Berdan (1824–1893). Por lo tanto el "Fusil Berdan" o Berdan Modelo 1867 es el resultado de las modificaciones efectuadas sobre el fusil rayado modelo 1859 y la carabina modelo 1857. Entre 1867 y 1870 se convirtieron más de 100.000 de estos fusiles al sistema Berdan siendo el arma reglamentaria del ejército hasta la llegada del Remington, quedando este relegado a las tropas de voluntarios o milicias.

Culote de cartuchería Lefaucheux.
Los restos de munición Lefaucheux también se han encontrado en baja proporción (5% de los hallazgos) siendo conocidos como cartuchos "de espiga" o "pinfire". Desarrollados por el francés Casimir Lefaucheux (1802-1852) en 1836, su principal rasgo distintivo era la aguja incorporada directamente en el cartucho. El pistón estaba en el interior de la vaina, la aguja atravesaba el cuerpo de la misma y se apoyaba en el interior del pistón. En España, la producción de este tipo de armas fue masiva hasta comienzos del siglo XIX, siendo utilizadas hasta la última Guerra Civil. En el caso del ejército estos sistemas no pasaron de su fase experimental, ya que para 1866 cuando se replantea la adaptación de los fusiles de retrocarga, los cartuchos de espiga ya habían sido ampliamente superados por la adopción del cartucho metálico. Durante la guerra carlista las tropas carlistas las utilizaron como solución básica a la falta de otro armamento, aportadas por los propios voluntarios al incorporarse en sus batallones o fabricadas en la industrias armeras de Gipuzkoa, estando algunas unidades armadas con carabinas y rifles “giratorios”, en el que la recámara quedaba abierta al girar el cañón, volviéndose a obturar al invertir el giro.

Los proyectiles de avancarga o Minié se corresponden con el 1% del total los hallazgos. Las armas de avancarga era claramente elementos desfasados, sin embargo, formaron parte del arsenal carlista en el momento de formar sus batallones, incluyendo trabucos y fusiles, tanto lisos como rayados, de distintas épocas y modelos (1851, 1857,…). Todos ellos presentaban un gran calibre, superior a los 14 mm.

Estopín de artillería modelo 1857.
La superioridad en armamento del ejército liberal frente al carlista se hizo especialmente patente en lo relacionado con la artillería, llevando a Somorrostro las piezas más modernas que se habían desarrollado en ese momento: el cañón rayado Krupp de 8 centímetros de acero fundido, tanto en su versión de campaña como de montaña. El 15% del total de los hallazgos se corresponden con fragmentos de la munición empleada. La mayor parte de ellos conciernen a restos de la granada ordinaria de 8 cm modelo de 1868, aunque también se han encontrado pedazos de proyectiles “de tetones” para cañones de avancarga rallados de 16 cm, así como restos de otros calibres. De igual forma se han localizado estopines de artillería modelo 1857 destinados a la ignición de la carga de los cañones, además de un elevado número de esferas de plomo de calibre de aproximadamente 13 mm, asociadas a los denominados botes de metralla o shrapnel, que fueron profusamente utilizados tanto en la Guerra Carlista como Civil.

Fragmentos de artillería de distintos
calibres.
Si bien el objetivo de este estudio han sido las guerras carlistas también se han recuperado munición de la Guerra Civil (7% de los hallazgos), entre la que hay que destacar munición Mauser y Mannlicher-Carcano con marcajes de vaina claramente asociados a la Guerra Civil. Estos restos están asociados a la línea de defensa construida en los primeros meses de 1937 previendo un posible desembarco en la zona de la Playa de La Arena por parte de tropas nacionales, donde se levantaron fortificaciones desde Punta Lucero hasta la zona de San Lorenzo en Las Carreras (Abanto-Zierbena) pasando por  El Peñón y ladera sur de Montaño, compuesta de pequeños bunkers, casamatas y nidos de ametralladoras, así como líneas de trincheras que en algunos casos reaprovechaban las utilizadas en 1874. Otros restos pertenecen a los combates que tuvieron lugar en el frente que se estableció una vez tomado Bilbao por las fuerzas nacionales y que acabaron 23 de agosto con la definitiva retirada republicana de la zona oriental de Cantabria y el hundimiento del frente de Bizkaia.
Numismática encontrada en las
prospecciones.

En el ámbito de la numismática localizada destaca la presencia de un resello de 8 maravedís, así como una moneda de plata de Isabel II (1865). También se han localizado 2 maravedís de Isabel II, 10 céntimos del gobierno provisional (1869), 25 céntimos de Real de Isabel II y un felus marroquí. La mayoría de ellos se encuentra en mal estado de conservación, y aunque muchas de estas monedas han tenido un uso que llega en algunos casos hasta la Guerra Civil, la localización de las mismas, indica una relación directa con las batallas de Somorrostro.

Botón del Cuerpo de Estado Mayor
del Ejército.
Respecto a otros pertrechos destaca la aparición de 3 botones correspondientes al Cuerpo del Estado Mayor del Ejército, y por lo tanto restringidos en su uso a oficiales de elevada graduación, sin ser posible determinar el bando contendiente, dado que la oficialidad compartía en muchos casos la uniformidad, exceptuando el uso de la “boina carlista”. También se han localizado botones de uniformes de infantería de 1869 asociados al bando liberal, así como uno grabado con el número “13” que pudiera corresponder a la primera carlistada, posiblemente resultante de la reutilización de material por parte del ejército carlista.

Por último comentar la presencia de dos dedales de costura de idéntica tipología. Dado que se exigía al soldado una cierta autonomía, resulta pausible pensar en la necesidad proceder a sus propios remiendos de sus uniformes; por lo que pueden formar parte del ajuar de soldados.

          3.3.2. Interpretación de los hallazgos en función de las zonas

Pico Ramos I

Área de muestreo localizada cercana al vértice geodésico del Pico Ramos. Actualmente se trata de zona de pastizal de montaña utilizada como emplazamiento artillero y campamento del ejército liberal, dado sus especiales condiciones orográficas: una importante meseta y pendiente moderadas en la zona Norte, y zona abrupta en su cara Sur. Se procedió a la realización de varios transectos básicos a lo largo de la traza del gaseoducto Bilbao-Treto, así como un muestreo intensivo en una cuadrícula adyacente al vértice geodésico. El área total muestreada ascendió a 1.014 m2, con un total de 80 hallazgos metálicos.

Mapa de dispersión de hallazgos en el Pico Ramos.
Los resultados de la prospección metálica han revelado una importante cantidad de restos asociados a la actividad del campamento como presencia de artillería, con elementos que incluyen estopines de artillería modelo 1857 destinados a la ignición de la carga de los cañones Krupp (21% de los hallazgos), una elevada cantidad de restos de cartuchería Remington sin percutir (36% de los hallazgos) y otros restos metálicos de actividad castrense, que incluye un par de botones de infantería, así como numerosos blancos ferrosos, destacando pequeños clavos posiblemente asociados a las cajas de madera que contenían suministros y munición, que muy probablemente eran quemadas una vez vaciadas. También destaca la elevada densidad de esferas de plomo de calibre de aproximadamente 13 mm (20% de los hallazgos), correspondientes a los denominados botes de metralla o shrapnel, utilizados tanto en la Guerra Carlista como Civil del 36. Dada la superposición de actividad bélica en el ámbito de trabajo, resulta difícil establecer la procedencia cronológica de dichas esferas.

En relación con la distribución de los hallazgos resulta interesante comprobar como se muestra una agrupación de estopines en la vertiente Este del monte, zona situada en frente de las posiciones carlistas; mientras que en la vertiente oeste, más resguardada, aparecen otro tipo de hallazgos, que incluyen varias herraduras, posiblemente de las caballerizas necesarias para mover todo el material.

Pico Ramos II

Se trata de un pequeño alto localizado entre el Pico Ramos y Janeo. Actualmente es un pastizal de montaña con muy poca potencia de suelo vegetal y junto a su cumbre se localiza una estructura de muro de mampostería. El área muestreada fue de 706 m2 a lo largo de transectos relacionados con la el trazado del gaseoducto Bilbao-Treto y zonas adyacentes a los muros de piedras. Con tan solo 9 elementos metálicos localizados, los resultados fueron decepcionantes en cuanto a hallazgos relacionados con la Guerra Carlista se refiere. A pesar de localizarse en una zona aparentemente segura, entre los dos picos prominentes de Janeo y Pico Ramos, esta pequeña meseta únicamente mostró elementos metálicos de tipología moderna (clavos fundamentalmente), destacando la presencia una pequeña vaina de revolver del calibre 22’ de características modernas y una bala impactada aislada de munición 50-70.

Los Campamentos

Afectada el área por plantaciones forestales así como por trabajos mineros, la toponimia no deja lugar a dudas sobre su origen castrense, correspondiente con la necesidad del ejército carlista de crear un emplazamiento permanente de tropas cercanas al frente de lucha. Este campamento tuvo una vida efímera, ya que tan solo sirvió para ese propósito durante el mes abril de 1874, donde según los relatos de los veteranos la tropa confeccionó sus propios refugios con ramas y para la oficialidad se construyó un edificio de madera en las cercanías de la fuente actualmente existente (Apalategui 2005: 357).

Se dividió el área de prospección en dos zonas. La primera con muestreos de tipo orgánico comprendió la meseta localizada entre el Pico La Cruz y el Pico del Gallo y un muestreo intensivo cercano a la fuente de agua. En el primer caso se muestrearon 2.427 m2 donde se localizaron 50 elementos metálicos, con numerosa presencia de munición y restos de la Guerra Civil (20% de los hallazgos), que incluía una defensa con cierre de alambrada. Los restos de presencia del ejército carlista se reducen a la aparición esporádica de fragmentos de munición Berdan, Lefaucheux y 50-70; y un importante número de balas Remington (48% de los hallazgos).

Ejemplo de georeferenciación en 3D.
En el muestreo intensivo realizado junto a la fuente se trabajó en un total de 1.041 m2, localizándose 42 elementos metálicos. Indudablemente al ser un punto de abastecimiento de agua, se considera como una zona de especial relevancia. Los restos muestran tanto la presencia elementos carlistas, como liberales, destacando la numismática localizada que incluye una moneda de plata de Isabel II, así como la presencia de dos granadas de Krupp de 8 cm sin explosionar.

La ausencia de una densidad importante de vainas carlistas puede ser interpretada como una retirada sin una defensa intensa, mientras que el ejército liberal avanzaba en todo momento haciendo muestra de un abrumador fuego de fusilería. La presencia de las granadas de Krupp, apenas separadas apenas un metro, resulta una incógnita aunque parece ser un acopio de material no explosionado que quedó posteriormente abandonado.

Moruecos-Cabañas

Las prospecciones entre el Portilllo de las Cortes y Pico la Cruz se realizaron en distintas localizaciones, cubriendo 3.401 m2. Toda la zona se encuentra afectada por plantaciones forestales que junto con la orografía de la zona dificultan notablemente los trabajos, realizándose prospecciones de tipo orgánico. Se localizaron 113 elementos metálicos, donde un 50% se corresponden con balas de Remington, muchas con claros indicios de impacto. Los restos muestran una clara defensa carlista en los puntos estratégicos que dominaban los cordales y que el ejército liberal se vio en la obligación de ir desalojando a medida que avanzaba en dirección a Los Campamentos. Por otra parte también se ha localizado munición de la Guerra Civil, mostrando una ocupación de los lugares estratégicos en ambas contiendas.

En el flanco izquierdo, en la zona más cercana al barrio de Las Cortes, destaca la agrupación de vainas Berdan localizadas junto a los restos de una trinchera (cota 460), actualmente desaparecida por la creación de una nueva pista forestal en el año 2011, indicativos de disparos por parte de tropas carlistas hacia las casas y campas del barrio de Las Cortes. También se han localizado pequeñas agrupaciones de vainas 50-70 en la cota 375, en zonas con un claro carácter defensivo, rodeadas de un importante número de balas Remington. Este patrón se repite en la cota 455, donde un afloramiento rocoso que domina geográficamente las zonas de ascenso al cordal presenta una agrupación importante de balas Remington impactadas, así como restos de granadas Krupp. Claramente el saliente rocoso fue defendido por el ejército carlista y atacado fuertemente por el liberal.

Por su parte, en el flanco derecho, las evidencias de lucha no son tan evidentes, mostrando una ocupación de los altos y zonas estratégicas por parte del ejército carlista con la presencia de restos de munición Berdan, 50-70 y avancarga.

Portillo de Las Cortes

Mapa de dispersión de hallazgos en el Portillo de las Cortes.
Localizado en el flanco izquierdo de la línea de defensa carlista, actualmente se trata de un pinar con notable actividad forestal. Ante la imposibilidad de realizar transectos rectilíneos se optó por la realización de prospección de tipo orgánica, en un total de 2.317 m2. Se localizaron 112 elementos metálicos, de los cuales más de la mitad se corresponde a balas Remington (55% de los hallazgos), la mayoría de ellas notablemente deformadas por impacto. Destaca su agrupación en determinadas zonas elevadas, claramente susceptibles de presentar una defensa por parte carlista, confirmada por la aparición de munición carlista en muy baja densidad.

Los hallazgos identifican claramente la zona de ataque liberal, sosteniendo un notable fuego continuado sobre las posiciones carlistas, apoyado por disparos de artillería de montaña, tal y como muestran los restos de metralla de granadas (15% de los restos). La ausencia de restos munición carlista en alta densidad indica que la defensa de esta zona estaba más supeditada a la propia orografía del terreno que al número de efectivos carlistas.

San Pedro

Zona bajo control carlista, siendo uno de los lugares emblemáticos del campo de batalla, convertida la iglesia en plaza fuerte por el ejército carlista y quedando prácticamente destruida durante los combates. La prospección prelimitar a lo largo de una trinchera todavía visible y un transecto vertical a la misma cubriendo unos 381 m2, mostró 16 elementos metálicos, así como numismática posterior a la guerra carlista. Destaca la profusión de balas Remington (38%) así como fragmentos de granadas (24%). En la cota más elevada se localizó una vaina 50-70 y una sección de la llave de un fusil.

Murrieta

Zona de fortificación carlista y fuertes combates que afectaron notablemente a los caseríos, quedando muchos de ellos destruidos. Actualmente se trata de un pastizal cerrado por un cercado de piedra que bordea un antiguo camino vecinal. En uno de los extremos se localiza una antigua construcción hoy desaparecida, siendo visibles los cimientos de la misma. El área muestreada asciende a 2.079 m2.

Mapa de dispersión de hallazgos en Murrieta.
El número de objetos localizados fue de 64, donde casi un 40% se corresponden con vainas de cartucho 50-70 de tipología Benet, observándose una notable agrupación de estos restos en el extremo de la campa junto a la tapia. Transectos longitudinales en el pastizal muestran balas de Remington (22% de los hallazgos) claramente impactadas, especialmente en las cercanías de los cimientos de una construcción actualmente desaparecida, así como numerosos restos de fragmentos de granadas Krupp (26% de los hallazgos).

Los transectos realizados en la huerta colindante no mostraron hallazgos de relevancia, donde los trabajos agrícolas proporcionaban multitud de blancos metálicos que dificultaba notablemente la prospección, abandonando el muestreo ante la falta de resultados concluyentes.

Indudablemente nos encontramos en una zona de defensa carlista, donde soldados parapetados tras el muro mantuvieron un fuego sostenido. Por su parte el ejército liberal realizó numerosos disparos contra la zona, tanto de artillería como fusilería, y especialmente sobre la edificación, cuyos restos presentan a su alrededor balas notablemente deformadas por impacto.

Mantres I

Zona bajo control carlista, actualmente se trata de un pastizal de montaña. A lo largo de todo el cordal todavía es visible la presencia de una trinchera, en algunos puntos perfectamente conservada que pudo ser reutilizada durante la construcción de defensas en la Guerra Civil, añadiendo nidos de ametralladora en la vertiente norte, hoy destruidos por la construcción de la estación eléctrica.

Los transectos cubrieron 2.337 m2, localizándose 96 elementos metálicos. Al igual que ocurría en Murrieta encontramos una gran cantidad de vainas pertenecientes al ejército carlista, destacando la elevada concentración de vainas Lefaucheux que representan un 30% de los hallazgos. También se localizan vainas y cartuchos de 50-70 (4%), tanto de tipología Benet como de fuego central, y una pequeña fracción que corresponde a cartuchería Berdan y de avancarga. Diseminadas por toda el área encontramos numerosas balas Remington (26%), muchas de ellas claramente impactadas y vainas de este mismo sistema, al igual que fragmentos de granadas Krupp (13%).

El área prospectada pertenece a una de las posiciones “fuertes” del ejército carlista, donde el cordal protegía tanto los caseríos de Murritea, como el denominado “valle de Manzanal”, por donde actualmente discurre la autopista A-8. La aparición de la mayoría de las vainas Lefaucheux en agrupaciones indica posiciones de disparo estáticas por parte del ejército carlista que soportó un notable fuego de artillería. Indudablemente esta zona tuvo un carácter privilegiado para la defensa de la línea carlista.

Mantres II

Zona bajo control carlista, actualmente un pastizal de montaña que conserva los restos de una trinchera. Los transectos realizados cubrieron un área de 804 m2, localizándose 16 elementos metálicos, la mayoría de ellos correspondientes a balas Remington y fragmentos de granadas. También aparecen restos de Guerra Civil, correspondientes a cartuchería Mauser. A pesar de presentar una localización geográficamente interesante, la baja densidad de hallazgos unido a la ausencia manifiesta de elementos de armamento carlista, puede indicar una falta de defensa por parte de los mismos.

Alto de San Andres

Zona bajo control carlista. La situación estratégica de este saliente del Montaño ofrecía una notable ventaja al ejército carlista que sumado al cordal de Murrieta protegía eficazmente todo el valle por el que actualmente discurre la Autopista A-8.

La prospección preliminar de 886 m2 tuvo como resultado la localización de un total de 17 elementos metálicos. A lo largo del cordal encontramos con una trinchera de unos 229 metros excavada en roca, pudiendo ser reutilizada durante la Guerra Civil, de hecho entre los restos encontramos munición de esta época. También se han localizado vainas de cartuchería 50-70 y balas Remington impactadas.

Portillo de Oceja

Mapa de dispersión de hallazgos en el Portillo de Oceja.
El Collado de Oceja se sitúa en el cordal montañero que separa el Peñón del Pico Montaño, en una zona de brezo, matorral bajo y encinar cantábrico que dificultaba el uso del equipo de detección. Ante la imposibilidad de realizar una división en cuadriculas del área en estudio, se procedió a la realización de transectos a largo de los caminos ganaderos o montañeros, así como a las zonas desbrozadas para la realización de los sondeos arqueológicos relacionados con la construcción del gaseoducto Bilbao – Treto (Figura 7). Se trata de una zona de elevado potencial arqueológico, utilizada como zona estratégica tanto en la última Guerra Carlista, como durante la Guerra Civil.

Se muestrearon 1.433 m2, encontrándose 98 elementos metálicos. La zona prospectada presenta una alta densidad de elementos metálicos, fundamentalmente relacionados con las Batallas de Somorrostro donde la zona del Peñón, junto con el pico Montaño, fue convertida en un fuerte reducto carlista. De hecho, la gran mayoría de hallazgos, un 75%, se corresponden con restos de munición de la guerra carlista, frente al 5% que representa la munición asociada a la Guerra Civil. El mayor porcentaje de hallazgos (45%) están relacionados con la munición Remington, seguido de restos de cartuchería 50-70. De forma residual (6%) también aparecen restos de cartuchería de avancarga, Berdan y Lefaucheux.

Por otro lado, existe una clara distribución de los restos, donde la mayor densidad se localiza en la zona del collado de Ojeda, entre la cota 100 y 120, en la vertiente que mira al valle de Somorrostro. Todo ello es indicativo de una zona de fuerte intercambio de disparos entre ambos ejércitos. Los hallazgos muestran una clara diferenciación entre el ejército atacante, en este caso el liberal, con una elevada profusión de balas de munición Remington que muestran claras deformaciones debido a impactos diseminadas por el área; y un ejercito defensor, el carlista, con la presencia de numerosas vainas de munición 50-70, algunas de las cuales han sido localizadas en pequeñas agrupaciones, indicando posiciones de disparo estático mantenidas a lo largo del tiempo.

A medida que se asciende de cota hacia el Peñón, el crecimiento arbustivo impide una prospección intensiva, pero se observa una reducción de restos metálicos de tipología bélica, encontrándose vainas y balas diseminadas por el área, así como restos metálicos como clavos, herraduras, además de vainas de cartuchería Mauser y Mannlicher-Carcano de la Guerra Civil.

Las zonas más llanas del Peñón fueron utilizadas como área de estacionamiento de tropas una vez fortificadas. Destaca la aparición de 3 botones correspondientes al Cuerpo del Estado Mayor del Ejército, y por lo tanto restringidos en su uso a oficiales de elevada graduación, así como la presencia de dos dedales de costura de smilar tipología, asociados al ajuar de los soldados.

Por último, se han hallado fragmentos de una granada explosionada denominada “de tetones” para cañones de avancarga rallados de 16 cm procedentes del arsenal del ejército liberal y disparada contra posiciones carlistas, localizada en la misma traza del gaseoducto. Estos restos fueron localizados dentro de una bolsa de plástico, por lo que se supone que fueron localizados por algún particular y abandonados allí.

A partir de los hallazgos metálicos localizados en la zona prospectada se puede concluir que el Peñón y el collado de Ojeda, constituyen una zona estratégica de defensa carlista durante las batallas de Somorrostro y en menor medida durante le Guerra Civil, que reaprovechó parte de las fortificaciones ya realizadas en el siglo XIX. En este sentido los hallazgos aumentan notablemente el conocimiento de la batalla registrada el 28 de febrero de 1874, la primera de las grandes batallas de Somorrostro, siendo la menos documentada bibliográficamente de las tres grandes confrontaciones.

4. CONCLUSIONES

Junto con resultados del primer trabajo que de forma específica aborda el estudio arqueológico de un campo de batalla de la última Guerra Carlista (1872-1876) en la CAPV, se presentan las bases de una metodología de trabajo que utiliza la prospección geofísica de detección metálica, los Sistemas de Posicionamiento Global y Sistemas de Información Geográfica, extrapolable a cualquier estudio arqueológico que contemple la posibilidad de presencia de elementos metálicos o como complemento a la tradicional prospección arqueológica; siendo necesario adaptaciones a las características específicas de la época histórica o de los objetivos y elementos en estudio.

Además, la rápida evolución de estos instrumentos establece nuevas potencialidades y mejores prestaciones, siendo todavía escasos los estudios que traten de forma específica estas tecnologías y su comparativa con otras herramientas geofísicas para maximizar y los resultados de su utilización. Es por ello que se considera obligatorio registrar todas las características técnicas del aparato, ya que esto permitirá a futuro una posible revisión del área estudiada, tomando en consideración la tecnología utilizada en el momento de la prospección.

Las prospecciones realizadas en el campo de batalla de Somorrostro han reflejado un importante patrimonio bélico asociado tanto a la Guerra Carlista como a la Guerra Civil, encontrándonos ante un campo de batalla de notable extensión geográfica, con numerosas acciones militares ocurridas a lo largo de los meses de combate que dificultan en algunos casos la interpretación de los resultados; si bien, se cuenta con la enorme ventaja de saber que ambos ejércitos utilizaron un armamento diferencial.

En este sentido, la diversidad de hallazgos confirma la multiplicidad de armamento utilizado en las Batallas de Somorrostro. Tomando los datos brutos de hallazgos se puede concluir que un poco mas de 55% de los soldados carlistas portaban fusiles Springfield con munición 50-70, menos del 20% utilizaban fusiles Berdan o Giratorios, y un bajo porcentaje, menos del 5%(*) disparaban desfasadas armas de avancarga. Indudablemente tras las batallas del Montaño y San Pedro de Abanto un buen numero de rifles y municiones Remington pasaran a manos carlistas (Arostegui 1976: 540). En cualquier caso se hace evidente la supremacía en cuanto a uso y volumen de material por parte de ejército liberal que supeditaba sus avances hacia las posiciones carlistas con un notable fuego de fusilaría y artillería. Por su parte, se confirma que la respuesta carlista estaba condicionada por la carestía de munición, obligando al soldado a economizar sus disparos, a confiar en el sistema de atrincheramientos generados específicamente para este evento y a la eficacia de sus cargas a la bayoneta.

Atendiendo a otro de los objetivos marcados en el presente trabajo y tomando en consideración la presencia de “trincheras carlistas”, pudiera ser factible pensar en la posibilidad de preservar determinas zonas con el objeto de generar un espacio para el conocimiento y puesta en valor de esta importante etapa de la historia contemporánea. En este sentido, se destacaría San Pedro de Abanto y zonas adyacentes, como enclave de relevancia. Al igual que siendo conscientes de las afecciones que este campo de batalla ha sufrido en los últimos años (por citar los más evidentes: estación eléctrica en la zona de Mantres en el año 2007, tendido eléctrico en el Montaño en el 2011, gaseoducto Bilbao-Treto y colector de Santa Juliana en el 2012), se valoraría muy positivamente que cualquier nueva actividad que generase un movimiento sustancial de tierras contase con algún tipo de prospección específica de este patrimonio bélico previo a su ejecución.

Las áreas prospectadas han presentado diferente información relevante desde el punto de vista de la especificidad del lugar: desde zonas fuertes carlistas, pasando por avances de tropas, evidencias claras de combate o ausencia del mismo, etc. En algunos casos la información pudiera considerarse redundante o confirmar los hechos relatados en la bibliografía, en otros casos como el caso del Portillo de Ojeda se completa un vacío de conocimiento asociado a la denominada Batalla de Montaño que tuvo lugar el 28 de febrero de 1874, y para la cual existen referencias bibliográficas muy confusas y pobres. Los datos informan de un claro intento de avance de las tropas liberales hacia este collado, siendo su fuego contestado desde las posiciones carlistas. De igual forma, se confirma la zona del Pico Ramos y Janeo como lugares eminentemente estratégicos para el ejército liberal, con la presencia de un gran contingente de tropas en la zona. Otras prospecciones han dado con lugares de fortificación carlista, como Mantres I, zonas de fuerte defensa, como Murrieta, o claras evidencias de avance del ejército liberal siguiendo determinadas direcciones específicas como el caso del Portillo de las Cortes.

También ha resultado patente la necesidad de incrementar los estudios geofísicos en áreas especialmente sensibles. En este sentido se juzga necesario trabajar en los terrenos adyacentes a la iglesia de San Pedro de Abanto mediante prospección de georadar (GPR) con el objetivo de localizar las posibles fosas comunes descritas en la bibliografía, establecer pautas de protección para dichas zonas y proceder a una exhumación en el caso de juzgarse necesario.

Finalmente y a modo de conclusión, el presente trabajo manifiesta una clara intencionalidad referente a la recuperación de la memoria y puesta en valor de un episodio de relevancia histórica militar y social, como fueron las Batallas de Somorrostro de 1874. Los resultados obtenidos se pueden considerar como enriquecedores y notablemente prometedores, en un ámbito de trabajo que hasta fechas recientes quedaba fuera de los estudios arqueológicos tradicionales, en ausencia de cualquier figura de protección y teniendo como únicos valedores las iniciativas de particulares.

Agradecimientos: A todas aquellas personas que a nivel individual o colectivo han colaborado en la realización del presente trabajo.

*Nota del Autor: Alguna de las identificaciones in situ en relación con balas primeramente consideradas "Minie de avancarga" resultaron ser erróneas, siendo identificadas correctamente tras una revisión por parte de expertos como balas de cartuchos lefaucheux. Por lo tanto, el porcentaje de presencia de fusiles de avancarga en las batallas de Somorrostro es notablemente residual, menor al 5% establecido en la publicación oficial.

También resulta notablemente remarcable la inminente publicación de una serie de monografías, la primera de ellas titulada "Armamento Remington Español, Producción Militar Guipuzcoana", relacionada con el armamento utilizado en la última guerra carlista. Sus  autores, Fernando de Aguinaga Gª y Jose Luis Gª de Aguinaga, han colaborado en calidad de expertos en la revisión de algunos de los materiales localizados en el presente trabajo.

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