viernes, 7 de abril de 2017

Campaña de Somorrostro: La Batalla de “Las Muñecas”

En 2016 el Gobierno de Cantabria ha publicado la memoria de Actuaciones Arqueológicas en Cantabria 2004-2011, donde se recogen las intervenciones arqueológicas de carácter científico que entre los años 2004 y 2011 han contribuido a un mejor conocimiento de la historia de Cantabria. Entre los trabajos de arqueología antigua (y no tan antigua) que componen el volumen, se incluye la Prospección arqueológica del área relacionada con la Batalla las Muñecas de la Guerra Carlista (1872-1876) - Elaboración de un inventario arqueológico basado en un Sistema de Información Geográfica. Bajo este largo título se resume un estudio que, en el momento de su realización, supuso una pionera aproximación al conocimiento de los campos de batalla en la provincia de Cantabria; dentro de un ámbito histórico poco trabajado, pero que ya cuenta con citas de referencia como las clásicas de Emilio HerreraFernández Benítez y Sánchez Gómez, a las que se suman las relativamente recientes publicaciones de Ramón Villegas, y a las que se incorporará, en breve plazo, el trabajo que Rafael Palacio está cerrando en relación con la última guerra carlista en Cantabria.

Defensas liberales en Bilbao
Archivo Diputación Foral de Bizkaia
Ya hemos citado en varias entradas del blog las Batallas de Somorrostro: Una campaña de guerra estática que a lo largo de los primeros meses de 1874 desangró a una importante parte de la juventud enrolada por voluntad o por obligación en los ejércitos carlista y liberal, y donde en materia de ingeniería militar, se perfeccionó la guerra de trincheras. En el contexto de esta campaña nos encontramos con la Batalla de Las MuñecasAcción de Las Muñecas o Paso de Las Muñecas que hace referencia a las operaciones militares que comenzaron un 27 de abril de 1874 con el objetivo por parte del ejército liberal de tomar posesión del puerto de montaña de “Las Muñecas” dentro del municipio de Castro Urdiales. Este punto, límite provincial entre el territorio cántabro y Bizkaia, permitía un acceso rápido y directo al valle del Barbadun y posibilitaba el flanqueo del campo atrincherado que los carlistas mantenían en Somorrostro. 

A pesar de la relevancia que tuvo esta confrontación por el control de este elemento geográfico dentro de la Campaña de Somorrostro, no son precisamente abundantes las descripciones pormenorizadas de lo ocurrido en las faldas y cerros que daban paso a “Las Muñecas”; y prácticamente son nulas las narraciones de los propios combatientes. El Padre Apalategi apenas recogió en sus notas un par de registros donde los veteranos relataron detalles de aquella acción. Inevitablemente esto supone una pérdida de “humanización” en el relato que ha llegado hasta nuestros días, donde la épica, la táctica, los números y los "grandes" generales toman el protagonismo, dejándonos por el camino la “microhistoria” de varios miles de hombres que lucharon aquel día. 

Aprovechando que en este mes de abril de 2017 se cumple el 143 aniversario de esta batalla, se presenta una reconstrucción de los hechos basada en la distinta bibliografía y relatos consultados, completados con algunos datos aportados por los trabajos de prospección realizados en el campo de batalla en el 2011.

A modo de anécdota: al igual que ocurrió en la I Guerra Carlista con la Batalla de Ramales, será en territorio cántabro y no en el vasco-navarro, donde se fraguará la lucha que determinará notablemente el devenir de la guerra en el Norte. Y a  modo de curiosidad: en ambas batallas tendrá un papel destacado el mismo oficial carlista.

Los Comienzos

Francisco Serrano, Duque de la
Torre
Tal y como ya describimos en la entrada al blog “Serrano, Concha y Villegas: El Levantamiento del Sitio de Bilbao”, Francisco Serrano y Domínguez, Duque de la Torre, Presidente del Poder Ejecutivo de la efímera I República y general en jefe del Ejército del Norte había llegado al teatro de operaciones de Somorrostro con refuerzos y numerosa artillería, en sustitución del derrotado general Domingo Moriones Murillo; pero las perspectivas de un éxito fácil sobre la “pandilla de sacristanes, mal armados, peor vestidos y deficientemente mandados”, se evaporaron ante la visión del campo atrincherado que los carlistas habían construido en Somorrostro. Con un Bilbao donde seguían lloviendo proyectiles carlistas, una opinión pública que clamaba por una victoria contundente y corresponsales extranjeros cubriendo la evolución del frente en Somorrostro, Serrano no podía permitirse fallo alguno que hiciera peligrar, no sólo su reputación, sino también el gobierno que encabezaba. Sin embargo, la batalla de San Pedro de Abanto (Marzo de 1874) supuso que tras tres días de enconada lucha, los ejércitos quedaran tremendamente vapuleados, con los carlistas aferrándose a su terreno, y los liberales, habiendo realizado pequeños avances que no justificaban en modo alguno el precio en sangre y material pagado en los campos de Somorrostro.

Hospital de sangre en el Norte. Álbum Siglo XIX
Ante la posibilidad de quedar estancando en aquella situación, Serrano retomó el plan de flanqueo que había sido desarrollado inicialmente por el general cántabro Juan José Villegas Gómez.

Es la figura de Villegas un gran olvidado y damnificado de la historia contemporánea en Cantabria: Siendo un republicano convencido, durante el proceso de restauración monárquica en la figura de Alfonso XII, su persona quedó relegada a un segundo plano de la actividad política-militar del momento. Era un gran conocedor del terreno donde se estaba luchando y de la capacidad de resistencia del ejército carlista, apostando por movimientos estratégicos que se alejaran del asalto a la bayoneta calada sobre fuerzas atrincheradas y haciendo reiterados llamamientos (con muy poca repercusión) sobre la necesidad de terminar con la guerra entrando en Bizkaia por el valle del Kadagua; y en detrimento de hacer de Navarra el teatro de operaciones principal por el que apostaban el resto de grandes generales.

Manuel Gutierrez de la Concha.
Tomado de euskomedia.org
Serrano, haciendo parcialmente suyas las recomendaciones de Villegas y convencido ya de la inutilidad de estrellar su fuerzas ante el muro de Somorrostro escribió al Ministro de Guerra en Madrid la siguiente carta: “Creo indispensable recurrir a un movimiento estratégico que al menos desguarnezca de fuerzas enemigas la línea envolvente que tenemos en nuestro frente de ataque. En este concepto, ante una necesidad apremiante creo conveniente que el nuevo cuerpo de ejército que se organice se sitúe en los pueblos de los alrededores de Santoña y se mueva en dirección de Valmaseda, por caminos y valles a la vista de los montes de Galdames, de manera a amagar y cortar al enemigo su retirada envolviéndole por su flanco izquierdo. Es de esperar que aquél acuda en defensa de su amagado flanco y combinado el movimiento de nuestro tercer cuerpo con el ataque de frente en los términos posibles, se obtenga un satisfactorio resultado”

El Presidente/Militar perfilaba ya la necesidad apremiante de crear un nuevo cuerpo de ejército, con más hombres y más material para destinar al Norte con el claro objetivo de “adelgazar” la línea de defensa carlista en Somorrostro. Todo parecía indicar que fuera el propio Villegas el encargado de dirigir este nuevo cuerpo de ejército. Sin embargo, confabulaciones de carácter político dirigidas desde Madrid y aceptadas por Serrano, determinaron que el 4 abril se hiciera oficial el nombramiento de Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen, Marqués del Duero, como oficial al cargo del nuevo ejército.

Logística y Planificación

Embarque de tropas en Santander. Álbum Siglo XIX
Concha partió inmediatamente de Madrid en un tren especial hacia Santander acompañado de su estado mayor y del 5º Batallón de Carabineros. El día 8 llegará a la capital cántabra donde le espera Villegas para ponerle en antecedentes en todo lo relativo a la estrategia que había concebido. En este punto, es necesario hacer hincapié en la altruista actuación del cántabro: en una época donde la carrera política y militar estaban profundamente imbricadas, Villegas cedió completamente el protagonismo de la empresa que él mismo había puesto sobre la mesa, acatando en todo momento la órdenes que le fueron dadas.

Tras unos días bajo la tutela de Villegas, el día 13 abril, Concha abandonó la capital en un vapor con destino Castro Urdiales; si bien no desembarcará hasta 3 días después en el pequeño puerto de la villa marinera, debido al mal estado de la mar. Una vez allí es conducido al cuartel general de Somorrostro donde le espera Serrano con el objetivo de visitar y estudiar “las líneas avanzadas del campamento y las posiciones ocupadas por el ejército enemigo”.

Concha procedió a desgranar ante Serrano “su plan” (o mejor expresado, el plan de Villegas) que según recoge Pirala: “[…] desde la primera conferencia manifestose el marqués del Duero partidario de una operación combinada entre el cuerpo del ejército a sus órdenes y el que guarnecía la línea de Somorrostro, indicando que su movimiento fuera por el valle de Carranza, dominándolo y caer sobre Sodupe y Valmaseda, mientras que las tropas del primero y segundo cuerpo operaban por el puerto de las Muñecas, a partir de Castro y Otañes, y amagando sobre el campo atrincherado de San Pedro”. Es decir, sin desviarse un ápice del guión que Villegas había marcado, Concha pretendía desplazar todas las tropas hacia la derecha, bordeando la línea de Somorrostro. En el caso de tener éxito, prácticamente la totalidad del ejército carlista del Norte quedaría cercado.
Esbozo del 1º plan trazado por Concha para la superación de la linea de Somorrostro
y levantamiento del Sitio de Bilbao
Pero Serrano, que había tenido tiempo de madurar el planteamiento inicial que Villegas había puesto sobre su mesa hacia ya un tiempo, niega con la cabeza. La empresa así trazada, además de un quebradero logístico, la consideraba demasiado temeraria. El general Lopez Dominguez en su libro Operaciones del Ejército del Norte dejó constancia de lo siguiente: “En aquella reunión se desestimó lanzar una ataque demasiado a la derecha, por el valle de Carranza, ya que a decir del duque se debilitaba nuestro ataque en todos los puntos, extendiendo demasiado la derecha, que debería marchar aisladamente, para cuyas operaciones no se tenían fuerzas bastantes, ni medios de transporte suficientes, insistía el general en jefe en que la opción más segura sería mover los cuerpos de ejército en contacto, para que pudieras auxiliarse mutuamente, extendiendo menos la líneas táctica, para que no faltasen los medios”

Desembarco de víveres y municiones en Castro Urdiales.
Albúm siglo XIX
Tras dos días en las posiciones avanzadas en Somorrostro, el 18 vuelve Concha a la zona de retaguardia en Castro Urdiales, posicionando en la “Quinta de Miramar” su cuartel general. Desde allí siguió en contacto permanente con Serrano, accediendo a regañadientes a no desplegar sus tropas "en exceso" a la derecha, pero siempre insistiendo en las repercusiones que el éxito "de su plan" originaría en el devenir de la guerra. 

Mientras, el 3º Cuerpo de Ejército se fue formando y concentrando, parcheando la falta de tropas con el despliegue de unidades militarizadas destinadas al mantenimiento del orden; no dudando Lopez Dominguez en hacer la siguiente afirmación: “[…] reunidos todos los cuerpos y medios de refuerzo que el gobierno pudo, dejando para ello desguarnecido el país entero, pues hasta la guardia civil y carabineros fue moviliza en tercios y batallones para operar en Vizcaya”

Las tropas van llegando en ferrocarril hasta Santander y de allí marchan por la costa o son embarcadas hasta sus correspondientes zonas acantonamiento: Laredo, Liendo, Castro Urdiales, Colindres, Limpias y Ampuero; mientras que se reubican en Ontón, Mioño y Sámano, ocho batallones que han sido retirados de la línea de Somorrostro. Estos últimos fueron revistados y arengados por Concha en las planicies de Sámano el 19 de abril, marchando seguidamente el general a la población de Laredo, con la pretensión de coordinar y organizar todas las fuerzas y especialmente, la inmensa logística en pertrechos y transportes que se precisa. Desde allí el general Concha escribirá esta carta que nos transcribe Pirala: “[…] Estoy en extremo ocupado y sin descansar un instante, organizando los elementos tan diversos de este ejército y atendiendo a todos sus detalles, principalmente a la instrucción de los batallones de carabineros y guardia civil, que por primera vez se ven reunidos, y que van presentando muy buen aspecto, y están muy animosos como las demás tropas, ocupados en ejercicios diarios, y al mismo tiempo que los entretienen útilmente, les hace irse desprendiendo del sentimiento natural de haber dejado a sus hijos, pues la mayor parte de los carabineros y muchos de los guardias civiles son casados. Estoy deseando emprender las operaciones, que tengo suspendidas por falta de transportes; pero que muy pronto podré empezarlas. Habló muy largamente con el duque de la Torre y convinimos en apreciaciones hallándole en muy buenas ideas. […]”.

Arsenio Martinez. Tomado de
Foro Dinastías
Concha era muy consciente que la premura y la necesidad de hombres había determinado que un buen porcentaje del nuevo Cuerpo de Ejército lo formasen reclutas que no habían terminado su instrucción, además de presentar grandes unidades de guardia civil y carabineros; hombres cuyas funciones estaban más relacionadas con el mantenimiento del orden que con las maniobras militares. Además, la necesidad de desplazar tropas de otros lugares estratégicos, como las procedentes directamente del frente de Somorrostro, y acantonarlas en las cercanías de Castro Urdiales será criticado por otros generales liberales, ya que facilita a los carlistas el conocimiento del lugar de inicio de la hostilidades. Por su parte, la prensa carlista no dudará en comentar que se “han vaciado las cárceles” para llenar de hombres esta nuevo Cuerpo de ejército. Pero no únicamente de soldados bisoños se ha nutrido este bloque, también se han “rescatado” oficiales de renombre, pero poco afines a la República, que al igual que Concha parecen más proclives a una restauración monárquica que a una república, como es el caso de Arsenio Martinez Campos.

Los nuevos batallones fueron obligados a realizar una acelerada instrucción militar. Según relató en una de sus crónicas el corresponsal del periódico El Imparcial, Mariano Araus Perez: “[…] no cesan sus batallones de instruirse con ejercicios que duran la mayor parte de día. Desde hace tres días se ejercitan en el tiro al blanco, dando por resultado un prodigiosos acierto, como lo demuestran las columnas colocadas a cerca de 1000 metros cubiertas completamente de balazos”. También Eugenio de la Iglesia hizo referencia a este factor: “[…] las tropas del tercer cuerpo se dedicaban asiduamente a perfeccionar su instrucción militar. Los batallones de más reciente creación y los de guardia civil y carabineros que, aunque compuestos de excelentes soldados, carecían de la necesaria unidad y cohesión para batirse en línea, debían, en efecto, prepararse convenientemente para la campaña que iba a emprender”. Pero por si acaso, y para evitar una “posible baja combatividad” en estas tropas, se dieron las siguientes órdenes: “Si algún soldado en los fuegos marchando disparase desde la retaguardia de la línea dando una prueba de aturdimiento o poco ánimo, se le obligará a seguir con solo un cartucho en el punto más próximo al enemigo, sin perjuicio de ser juzgado en consejo de guerra si hubiese causado alguna baja entre los que marchan en su puesto”.

Campamento liberal en Somorrostro. Álbum Siglo XIX
El 20 de abril, el corresponsal ingles Mr. McGraham corresponsal del diario The Evening Star describía el siguiente panorama en las zonas de acantonamiento de las tropas: “[…] Me acerqué a Castro, y no es fácil imaginar un lugar como éste respecto a la suciedad, barro o algo peor. […] Cerca de 700 enfermos y heridos republicanos se hallan en esta ciudad; los ruidos de los trenes militares, la intendencia, departamentos de municiones, vapores que llegan o marchan, carretas cargadas, guías de mulas perjurando, los oficiales gritando a sus hombres, y la población civil apenas se las arreglan para caminar por estas estrechas calles, tan deslucidas y abandonadas que ni siquiera podrían llamarse calles […]”. Tras dejar atrás esta visión tan deprimente, Mac Graham se desplaza a Laredo: “[…] estaba amaneciendo cuando entramos en Laredo y los soldados salían de sus alojamientos mientras sonaban toques de corneta. Me dicen que se encuentran unos 9000 soldados en una ciudad que no llega a los 3.000 habitantes […]. Laredo es una ciudad con calles limpias y bonitas, al pie de una colina y protegida por varias montañas; debe ser una agradable residencia de verano, a juzgar por las preciosas villas con que cuenta, cerca de la playa. En una de estas villas está el cuartel general del marqués del Duero, y las tropas acuarteladas, además de aquí, en Colindres, Ampuero, en Santoña y en los pueblos de alrededor. He visto artillería, con cañones de montaña, y me dicen que el 3º Cuerpo tendrá 32 piezas artilleras, y cerca de un millar de jinetes, en húsares y lanceros. Los guardias civiles y carabineros (que constituyen las unidades principales del ejército de Concha) son soldados veteranos y tienen la confianza del Mando, pero ellos no están a gusto, y piensan que un convenio o rápida restauración de D. Alfonso pondrá fin a esta guerra. Se quejan de tener que hacer trabajos denominados mecánicos, ya que fueron antes gendarmes, o en misiones de aduanas. También he visto bastantes ingenieros. Creo que deben estar esperando a contar con suficientes municiones y provisiones.[…] El general Concha está deseoso de recibir cuanto necesita para ponerse en marcha, y ha considerado el día 25 o 27 como fechas más apropiadas, pero creo que no estarán a punto ni la intendencia ni los arsenales de municiones. […]”.

Carros utilizados para el transporte. Álbum Siglo XIX
Por su parte, Araus en su crónica del 23 de abril al diario El Imparcial afirmaba: “[…] Creo ya inminente el choque de nuestro ejército con las fuerzas rebeldes. El movimiento extraordinario que por toda partes se nota, el envío a Somorrostro de municiones sacadas de los almacenes de Castro, la premura con que se remiten a esta población los vivieres destinados para el 3º Cuerpo de ejército, y en fin, cierta órdenes dadas a los cuerpos que forman la tercera división ya cantonada hoy en Mioño, todo indica la proximidad del encuentro preparado durante un mes. No se crea por eso que mañana mismo van a emprenderse los movimientos de nuestro ejército, quizá se demoren tres cuatro, cinco días, porque falte alguno de esos elementos de mero detalle, cuyo concurso en necesario; pero de todos modos, las operaciones no se aplazaran a mi juicio más allá de la semana actual. […]”.

Concha mantiene contacto directo con Serrano informándole de los avances, que son contestados “aprobando cuanto indicaba”, pero recordando “e insistiendo siempre en no dar demasiado desarrollo al ala derecha, en el primer movimiento entre otras cosas por la carencia de transportes […]”. Lo cierto era que se habían comprado, requisado, pagado o alquilado carros, con sus correspondientes arrastres animales para el transporte de toda la intendencia y pertrechos necesarios.

El 3º Cuerpo de Ejército Liberal

Organización del 3º Cuerpo de Ejército. Tomado de
Narración Militar de la Guerra Carlista 
Para el 26 de abril, en un alarde de movilidad que el ferrocarril ha permitido y que los carlistas han sido incapaces de frenar, ya se han reunido todas las fuerzas que forman el 3º Cuerpo de Ejército liberal del Norte. Esta formado por 26 batallones fragmentados en 3 divisiones, varias baterías de artillería (14 Plasencia y 6 Krupp), varias compañías de ingenieros y caballería, con un total de 16.596 hombres. La primera división queda acantonada en Guriezo, la segunda en Limpias, Ampuero y Sámano, y la tercera en Sámano, Onton y Mioño con dos batallones en Guriezo. El cuartel general en Laredo, y los ingenieros y artillería montada en Castro Urdiales. 

Este 3º Cuerpo de Ejército sumado al 1º y 2º que ya se encontraban en Somorrostro bajo el mando de Serrano, hace que las tropas destacadas para la liberación de Bilbao asciendan a 42.000 hombres y 92 piezas de artillería (según Saturnino Gimenez), a los que se añadían los efectivos de la armada, que colaboraba con sus baterías al cañoneo de la línea carlista, además de ayudar en el trasporte de material y tropas.

Las Dudas Carlistas

Joaquin Elío.
Álbum Siglo XIX
Los carlistas contaban con sus propios informantes, siendo plenamente conscientes de la creación de un nuevo ejército ante sus propias narices y de la urgente necesidad de tropas y material para hacerles frente. La muerte del general en jefe de las tropas en Somorrostro pocos días antes, Nicolas Ollo Vidaurreta, había sumido al estado mayor carlista en un estado de falta de iniciativa. Se asignó a un delicado de salud, Joaquin Elío Ezpeleta la complicada tarea de seguir los movimientos de estas tropas y según relata el por entonces oficial de artillería carlista Antonio Brea: “[…] dejando en Somorrostro al General Dorregaray al frente de las tropas que guarnecían dicha línea, tomó (Elío) el mando de una División de once batallones, y se situó con el General Lizárraga en Traslaviña, como punto céntrico de la nueva línea de defensa que estableció en esta forma: El General Andéchaga, con dos batallones de Encartados, en Talledo (1º y 2º de Encartaciones); el Brigadier Yoldi, con los cántabros, en Muñecaz (sic) (1º y 2º de Cantabria); el Brigadier Aizpurúa, con los batallones 7.° y 8º de Guipúzcoa, en Villaverde; y el General Martínez de Velasco, desde Santa Cruz de Arcentales hasta Carranza, con los cuatro batallones de Castilla y el de Asturianos [...]". Salvando el pequeño refuerzo que suponía el pequeño batallón de Asturias, que rondaban las 500 plazas, lo cierto era que el ejército carlista se veía incapaz de incorporar más hombres o material a la zona, con prácticamente el 90% del Real Ejército del Norte ya comprometido con la línea de Somorrostro y el Sitio de Bilbao.

A pesar de las evidencias claras que presumían un ataque desde Castro Urdiales, Elío observaba con preocupación otros movimientos de tropas liberales que amagan por otros pasos de las Encartaciones, y que ponían en peligro la villa de Balmaseda, abriendo el valle del Kadagua; en tal concepto, se estaban construyendo atrincheramientos en todos los pasos de la carretera desde Gibaja a Villaverde. Según cita Pirala: “Sostenía Elio, contra la opinión de los jefes carlistas subalternos, cuando se hablaba de las operaciones, que Concha no cometería la torpeza militar de forzar el paso de las Muñecas, que cuando más haría una tentativa para llamar la atención, pero que su objetivo debía ser Valmaseda, y si envío a Andechaga con sus dos batallones a ocupar Talledo, fue más bien para que estuviera observando al enemigo y le diera parte de sus movimientos”

Mariano Araus, Corresponsal del "Imparcial".
Álbum Siglo XIX
Por su parte el corresponsal Araus escribía el 27 de abril: “[…] Indudablemente los carlistas andan un tanto desconcertados acerca del plan de campaña próximo a realizarse por nuestro ejército. En una de mis anteriores cartas procuré describir las posiciones que habían tomado y estaban fortificando para defender el paso de las Muñecas. Cuando recorrí, hace cuatro días, ese terreno, ví, como os decía, muchas fuerzas enemigas, así en el punto más culminante de la carretera como en las alturas que dominan el pueblo de Otañez (sic), donde han construido fuertes trincheras. En mi expedición de ayer a los mimos lugares el cuadro había cambiado. Siguiendo la carretera de Valmaseda, hoy completamente desierta, llegamos hasta Otañez, […] subiendo desde allí a la grande altura de Setares, pues yendo desarmados, hubiera sido una temeridad seguir adelante, exponiéndonos a caer en manos de los aduaneros situados en el mismo Otañez. Desde la cima de Setares puede examinar perfectamente y en toda su vasta extensión el teatro de las operaciones desde la sierra de Trucios hasta los límites de los montes de Triano, donde se apoya el ala izquierda enemiga en la línea de San Pedro de Abanto. Hasta ese momento no había podido formar un juicio exacto de las formidables defensas que para el paso de nuestro ejército pueden oponer los carlistas en toda esta zona de Vizcaya. […] Las carreteras se hallan flanqueadas casi sin interrupción por alturas inaccesibles privadas de toda vegetación, desde las cuales pueden a mansalva fusilar a los soldados del progreso. Si por ventura hay un monte, una colina, una cañada cubierta de frondosos árboles que purifican la atmósfera y embellecen el suelo, dando a estos valles el aspecto encantador que tantos escritos han descrito entusiasmados; y esos árboles pueden servir a nuestro ejército para facilitar el acceso a las trincheras enemigas con menos pérdidas, no tarda mucho tiempo en verse subir hasta el cielo una espesa y ancha humareda que dura tres o cuatro días, al cabo de los cuales el perímetro ocupado antes por un hermosos bosque ofrece a los ojos del espectador una mancha negra que llena de tristeza el ánimo. Desde nuestro punto de observación ¡cuántos bosques, cuantos sotos, cuantos chapurrales se veían quemados y aun humeantes! Hasta los arboles de carretera han sido arrasados, y parte el alma ver en lo alto de las Muñecas una interminable líneas de troncos cortados a la altura de un metro, los cuales eran hace seis días otros tantos hermosos árboles, a causa de grandes sacrificios criados en aquellas alturas azotadas por los vendavales en invierno y abrasadas por el sol del estío. Ayer toda esta comarca estaba desierta. Apenas se veía de cuando en cuando algún carlista en lo más alto de la carretera y en las trincheras que dominaban el pueblo de Otañez. Sin embargo, se nos dijo en Castro que a la caída de la tarde habían llegado a Talledo, dos batallones carlistas procedentes de Sopuerta (El 1º y 2º de Encartaciones) más sin duda para arbitrar recursos que con el ánimo de tomar allí posiciones, porque el barrio se halla dominado desde las altura de Setares, ocupadas por nuestras tropas”.

Comienzo de las Hostilidades

Temporal de lluvia y viento en el frente de Somorrostro.
Álbum Siglo XIX
En la cambiante primavera del Norte, los ejércitos ya han conocido los padecimientos de fuertes temporales de agua que inundan trincheras y campamentos, para seguidamente dar paso a una ola de calor bajo la que se "cuecen" los soldados. Araus recoge en sus crónicas: “[…] El cambio de tiempo hace sentir un calor prematuro y poco favorable para la salubridad del campamento: el primer día de calor hubo 140 bajas y no son muchos menso las que se producen diariamente en este valle casi cerrado a todos los vientos, y donde tanta gente se halla aglomerada”. Con un calor impropio de la primavera, comenzó el movimiento de las tropas del 3º Cuerpo.

Según relata Dominguez, el 26 de abril Serrano escribió a Madrid avanzado que ese mismo día empezará a mover sus fuerzas el Marqués del Duero y que el 27 esperaba entrevistarse con él en Castro Urdiales. Araus nos añade algún detalle adicional: “La anunciada conferencia entre el general Concha y el Señor Duque de la Torre va a celebrarse esta tarde. Al efecto, ha llegado a Castro Urdiales a las 8 de mañana el señor Marques del Duero a bordo del vapor “Ferrolano” acompañado de un numeroso estado mayor […].” De allí, y ante la imposibilidad para Serrano de desplazarse a Castro Urdiales, marchó Concha a su encuentro en San Martín de Somorrostro.

La estrategia estaba claramente definida: un ataque de los Cuerpos 1º y 2º en el frente de Somorrostro, combinado con un avance del 3º para flanquear las defensas carlistas por el puerto de Las Muñecas: “Con arreglo á lo dispuesto, se hallaban ya en marcha el 27 las tropas del 3º Cuerpo, á fin de ocupar los pueblos de Otáñes y Santullan, desde donde, al día siguiente, habían de emprender el movimiento hacia el puerto de Las Muñecas, tomando la carretera y sus flancos, hasta dominarlo; después caerían sobre el valle de Sopuerta, siguiendo á Mercadillo, y desde este punto atacarían las posiciones de. Avellaneda y contribuirían por su izquierda al ataque de los montes de Galdames. Las fuerzas del campamento de Somorrostro, que debían combinar sus movimientos con el 3º Cuerpo, marcharían por la carretera, desde el valle de aquel nombre, flanqueando por la izquierda hasta el pueblo de Las Cortes sito en la falda de los montes de Galdames, y por la derecha, partiendo de las alturas de Arenillas y Peña Corvera, para atacar la posición ocupada por el enemigo, que se unía con la cordillera de Las Muñecas, debiendo enlazar su ataque con la izquierda del 3º Cuerpo y caer sobre el pueblo de Montellano. Entretanto, las baterías de las Carreras, las del Monte Janeo y las de las alturas de las Muñecas y de la falda de los montes de Galdames debían romper el fuego sobre las defensas enemigas, ocupando las tropas las trincheras, siempre en disposición de avanzar, conforme a la actitud del enemigo”.

Rafael Echagüe. Museo del Ejército
A las dos de la tarde, y mientras Concha y Serrano seguían conversando en San Martín de Somorrostro, la 1º División del 3º Cuerpo de Ejército al mando del donostiarra Teniente General Rafael Benigno Echagüe Bermingham dio comienzo a un lento y protegido movimiento: “[…] Dos batallones de carabineros han tomado el flanco de otros tres batallones que marchaban por la carretera. Al mismo tiempo el batallón situado en las alturas de Setares (Sierra de la Concepción), se corría siguiendo la línea más culminante del monte hasta dar vista al barrio de Talledo, peros sin bajar a él. De manera que las fuerzas de la carretera tenían perfectamente guardados sus flancos. Todos estos movimiento de avance se han ejecutado son resistencia alguna, hasta que al llegar casi a las casas de Otañez los batallones que marchaban por la carretera han sido recibidos a tiros por los carlistas. Pero apenas se ha entablado la lucha han acudido en defensa de los nuestros los carabineros que flanqueaban su derecha, mientras que el batallón avanzado de Setares defendía la carretera que sube a las Muñecas, obligando a los carlistas a retirarse precipitadamente […]”.

A las 4 de la tarde, el ejército liberal se había hecho dueño de Otañes desalojando a las compañías de encartados que allí se encuentran, al precio de 2 muertos y 15 heridos. Dos horas después avanza la 2º División mandada por el monárquico declarado Arsenio Martínez Campos, mientras que la 3º División se situa en las alturas de Setares y Pico Helguera, al mando del general Jose Reyes Mesa. Con esta disposición duermen las tropas a la espera del amanecer del día 28.

Prácticamente la totalidad de los 16.000 hombres que formaba este 3º Cuerpo de Ejército se concentraba en el cuello de botella que formaba la carretera de acceso a las Muñecas. Para los carlistas no debería de quedar duda alguna del lugar por donde iban a intentar romper su defensa. Araus explica en una de sus cartas del 27 de abril: “Con la marcha de las tropas del tercer cuerpo a Otañes y Santullan, el enemigo comprendió que nuestro ejército había de atacar el paso de las Muñecas. […] Es verdad que la posición de Las Muñecas se hallaba de antemano fortificada […]; pero de todos modos, sorprendidos por el rápido movimiento del tercer Cuerpo, su resistencia no podía ser tan tenaz como en otras circunstancias”.

Despliegue Carlista

Castor Andechaga. Museo de las
Encartaciones
Al amanecer del 28 de abril, Concha y su estado mayor se reunen en el Pico Helguera observando el terreno y trazando los planes de ataque. Frente a ellos se sitúa el pueblo de Talledo y a la derecha del mismo, un pequeño bastión carlista. Allí se encuentra el veterano Castor María Andechaga Toral que comprueba cómo sus dos batallones de encartados eran la primera línea de defensa ante un ejército de más de 15.000 hombres y artillería. 

Elío había recibido ya notificación directa de la pérdida de Otañes y de la apremiante necesidad de desplegar en la Muñecas todas las fuerzas disponibles. Al amanecer este general, siempre en compañía del general Antonio Lizarraga Esquiroz, parte de su lugar de acantonamiento en Arcentales con el objetivo de llegar hasta el mismo Talledo y observar con sus propios ojos la situación. Según relata Francisco Hernando Eizaguirre, secretario de Lizarraga: “Llegamos a las siete de la mañana por la carretera de Sopuerta y antes de bajar a Talledo vimos enfrente a nosotros, y sobre dicho pueblo, una fuerte columna enemiga entre la que distinguimos, tan cerca estábamos, muchos guardias civiles. Va a romperse el fuego en seguida, nos dijeron, y los generales, entonces se situaron en la carretera, entre el pueblo de Talledo donde estaba Andechaga, con sus dos batallones y el alto de las Muñecas que ocupaba Yoldi con los suyos”.

Por suerte, la marcha de los convoyes de suministros liberales llevan una gran retraso, lo que obliga al Marqués del Duero a dilatar el comienzo del movimiento de avance de sus tropas, disponiendo así los carlistas de un tiempo precioso para posicionarse y desplegarse: Juan Yoldi Royo junto con los Batallones 1º y 2º de Cantabria se quedará en el alto del puerto; el 7º de Guipúzcoa que llegará sobre las 9 de la mañana tomará posiciones a la izquierda de Andechaga, dejando algunas fuerzas en la carretera. De igual forma, se ordena que "sólo en el caso que se verifique el ataque" se desplazase a la zona Gerardo Martínez de Velasco, “que estaba con sus 4 batallones en Santa Cruz de Arcentales a dos leguas largas de Talledo”. De igual forma, se da aviso a las fuerzas carlistas de la derecha, es decir, a las que defienden la línea de Somorrostro “que en caso de ser solamente nosotros los atacados nos auxiliaran”. Del 8º de Guipúzcoa y del 1º de Asturias  únicamente se despliegan compañías sueltas, permaneciendo el grueso cubriendo lugares más distantes. Con esta disposición de fuerzas Hernando dejó escrito que “esperamos con calma al enemigo”
Despliegue carlista en el puerto de las Muñecas ante el 3º Cuerpo de Ejército Liberal
en la mañana del 28 de abril. 
La reunión del Estado Mayor del Marqués del Duero en el Pico Helguera se alarga hasta las 8 de la mañana, descendiendo seguidamente Concha a Otañes para ocuparse de cambiar la situación de algunas fuerzas, municionar las tropas y realizar trabajos de intendencia, mientras espera impaciente a la llegada demorada de una serie de suministros. La mañana presagia un día de calor sofocante y elevadas temperaturas.

Mientras, Andechaga se ha empeñado en defender el reducto construido en Talledo. Los propios carlistas fueron posteriormente críticos con esta decisión: “Este desdichado pueblo, situado a la falda de las Muñecas, tiene ante sí un barranco que le hace casi inaccesible, pero en cambio está completamente dominado por varios montes que a medio tiro de fusil se alzan sobre él. A pesar de eso, don Castor Andéchaga, sin calcular la fuerza del armamento moderno se había empeñado en sostenerlo, y en él estaba encerrado con parte de su fuerza. La otra ocupaba a su izquierda un pequeño cerro, trás el que se levantaban escalonados y a distancia de unos 500 metros uno de otro, una plataforma y un monte cónico más elevado. Forman tres posiciones de regular defensa estas tres alturas, mientras que Talledo, por estar en el hondo, no servía para nada más que para impedir la subida a las Muñecas. […]”. No es la primera vez que Andechaga, veterano de la 1º Guerra Carlista, da muestras de no entender las nuevas tácticas que lleva aparejado el advenimiento del armamento moderno, improvisando una fortificación en una zona difícilmente defendible, al alcance de fusiles y artillería. 

El corresponsal Araus que observaba desde el Pico Helguera el frente, describe así las posiciones carlistas: “A nuestra izquierda tenemos en una colina, casi a nivel de la que nos encontramos, una estribación del monte Mello sobre cuya cima ha construido el enemigo un bastión con dos líneas de defensa cuyos fuegos lo mismo defienden el acceso a la carretera por el valle que sube de Onton que el pueblo o barrio de Talledo, situado en la pendiente de Mello, casi a la altura del paso de las Muñecas, y como á media legua de su parte más elevada”. El resto de las fuerzas carlistas se situaban en el cordal que suben desde Otañes hasta el pico Haya, en el que levantaban escalonados y a una distancia de unos 500 metros, el uno del otro, 3 pequeños cerros: "[…] A nuestra derecha están las alturas a donde ayer se retiraron los carlistas las cuales forman una serie de estribaciones defendidas de arriba abajo, en términos de ser necesario tomarlas todas para dominar por este lado al enemigo. Entre nuestro punto de observación y las alturas de las derecha marcha la carretera, empezando desde Otañez, por una gran pendiente, que se acentúa al pasar frente a Talledo, que forma después varios zig-zags, llamados “los retornos”, y que en fin, dando la vuelta al monte Mello, llega hasta el alto se La Muñecas […].”

Ataque por el Ala Derecha Carlista

Habiendo finalmente reunido los convoyes de vivieres y transportes, Concha decidió dar comienzo a su ataque, notificándolo al Duque de la Torre a la una de tarde del 28 de abril.

Echagüe con la 1º División tendrá como objetivo las sucesivas alturas del cordal que partiendo de Otañes culminan en el Pico Haya. Por su parte, Martínez Campos con la 2º División atacará Talledo y deberá tomar posesión del pico Mello. Dos brigadas, las comandadas por Pedro Beaumont y Jorge Molina de la 2º y 3º División, avanzarán por la carretera para la protección y refuerzo de las dos divisiones. Por último, el Mariscal de Campo José de los Reyes con la 3º División, permanecerá en Otañes con órdenes para custodiar los convoyes, dar racionamiento de municiones, intendencia, etc. Siguiendo el plan convenido, Serrano ordena romper el fuego de artillería a las 14:00 horas para mantener la presión en toda la línea de Somorrostro y apoyar los movimientos de Concha con el envío de tropas por el monte Corbera hacia el Pico Mello.

Al cuarto de hora de ascensión, las guerrillas desplegadas por Echagüe se topan con las primeras defensas donde se escudan unas pocas compañías de bizkainos y tras media hora de batirlas con fuego de artillería, cazadores del Batallón de la Habana y Carabineros toman la posición. Según describe Araus: “[…] La mala situación de la artillería por la índole misma del terreno, impidió que los primeros tiros fuera certeros. Basto que al cabo de un rato cayeran en la primera trinchera dos granadas, para que los carlistas la abandonaran huyendo precipitadamente a situarse en la segunda y a la una y cuarenta y cinco minutos cuatro carabineros, según mi juicio, entraban en la trinchera […]". Unas segunda trinchera no tarda en caer: “El movimiento de avance ha continuado sin detenerse un solo momento nuestros soldados, y eso que se veían obligados a sufrir las balas enemigas, el calor y penoso del terreno. A las dos y cuatro la batería Plasencia, que avanzo hasta colocarse muy dentro del fuego carlista, logró poner tres granadas consecutivas en la segunda trinchera, y pocos momentos después era tomada por nuestra tropas, que han continuado avanzando para tomar las tercera altura, tras la cual se han parapetado los carlistas reforzados por dos batallones que se han corrido desde las Muñecas”.

Cañón de montaña de 8 cm. Modelo Plasencia 1874-76.
Tomado de Gran Atlas de la Artillería Española
Las fuerzas carlistas van retrocediendo, concentrándose en el reducto del Pico Henal donde el combate se hace más enconado, ya que los encartados reciben allí refuerzos de compañías de cántabros y guipuzcoanos. A las dos y cuarto, la artillería Plasencia comienza cañonear este bastión. Araus continúa con su descripción de la acción: “[…] Vista la resistencia que por este lado ofrecía el enemigo, se reforzó la división de Echagüe con otra brigada, [...]". Con la llegada de la brigada Molina de refuerzo, Echagüe ordena un movimiento de flanqueo por ambos lados del cerro, retirándose los carlistas del reducto ante la posibilidad de quedar copados.

Únicamente queda el pico Haya en manos carlistas, al que se dirigen las ya cansadas tropas de Echagüe. Juan Olavide, uno de los pocos veteranos que dieron al Padre Apalategui detalles de aquella lucha, comentaba: “Era un día de bochorno terrible. Los soldados fatigados, sin comer ni beber. A algunos les daba esa sonrisa de desfallecimiento. Algunos carabineros, hombres de edad, perecieron asfixiados”

Desde el punto de vista carlista, contamos con la descripción que realizó el secretario de Lizarraga, Francisco Hernando de lo sucedido en su ala derecha: “El combate en la izquierda se animaba cada vez más y para mantenerle tuvimos que enviar algunas compañías del 7° de Guipúzcoa y de los batallones cántabros. A la hora y media de combate ya no teníamos un soldado de reserva, pues todos eran pocos para atender a las tres columnas enemigas. Velasco no llegaba; nuestra ansiedad crecía, pero afortunadamente los ánimos de nuestros soldados no disminuían. Su número, sin embargo menguaba, y el de los enemigos iba en aumento porque aunque caían muchos, cubrían de sobra sus bajas con las reservas. A las cuatro, la plataforma de la izquierda tuvo que ser abandonada para replegarse las compañías que la defendían al montecillo cónico que ocupaba la tercera posición (Pico Haya). Allí, por fin, llegó Velasco, pero solo con los batallones 1° y 2° de Castilla, cuando le esperábamos con cuatro. Sin embargo, sostuvo la posición, […]” .

Comprobado por parte de la jefatura carlista que el peso del avance se está produciendo por Las Muñecas se ha llamado como refuerzo a los batallones de Velasco, que se incorporan a la defensa del Puerto sobre las tres de la tarde. Sin embargo, frente a los 4 batallones esperados, únicamente llegan el 1º de Castilla “Cazadores del Cid” y el 2º de Castilla “Cazadores de Arlanzón”. Elío actua de forma demasiado conservadora y la disposición de los efectivos disponibles no es en absoluto efectiva; a decir del autor del Estudio Critico de la Última Guerra Civil: “Tuvo la suerte el general Concha de que los carlistas, sin comprender una verdad axiomática, y es que los pequeños ejércitos deben batirse siempre concentrados, se opusieron divididos a su paso; por querer oponerse a todo, no tuvieron resistencia en ningún lado”.

Los carlistas se siguen defendiendo de forma tenaz en el Haya, agarrándose a su cima. Un oficial británico Alexander B. Tulloch presente como observador en los combates comentará: “Las tropas [liberales] no podían avanzar contra el terrible fuego que se hacía desde el reducto, teniendo que ponerse a cubierto”. En ese momento, y para sorpresa de todos, los voluntarios carlistas abandonan la defensa de las trincheras y parapetos para proceder a un ataque "a la bayoneta". Según consta en los relatos, varias compañías de castellanos saltaron de sus refugios y lanzándose ladera abajo hacen retroceder a las asombradas tropas de Echagüe, recuperando parte del terreno perdido y llegando hasta prácticamente al Pico Henal. Hernando no dudó en describir con la épica que el momento precisaba éste pasaje: “Los heroicos castellanos deseando desquitarse del tiempo que habían tardado en llegar, procuraron reconquistar la posición abandonada. Unas cuantas compañías, tres a lo sumo, lanzáronse denodadamente a la bayoneta: el enemigo, que ya ocupaba el alto, las recibió con terrible fuego desde que las vió moverse, pero ellas, despreciándole, siguieron avanzando con admirable decisión por la llanura que de un monte a otro se extendía, sin que detuviesen su empuje los estragos que las balas causaban en sus filas. La distancia se iba acortando; ansiosos seguíamos con los ojos, desde la altura donde estaban los generales, el avance de los castellanos y admirábamos su bravura, pensando que el éxito más completo iba a coronarla. Los nuestros habían llegado a la falda del montecillo y empezaban a subirle; el fuego se hacía a cien metros y ya los más ligeros, animando a los que venían detrás, se adelantaban hasta tiro de pistola de los republicanos e iban a cruzar con ellos sus bayonetas […]”.

Fueron momentos sumamente críticos para el general Echagüe: “No era suficiente el número de sus soldados a contener aquella avalancha que se les venía encima; había que infundir nuevos alientos a su gente para resistir su empuje sin retirarse, y esto sólo se conseguía con la llegada de nuevos refuerzos”

Ataque por el Ala Izquierda Carlista

Manuel Manrique Lara y Pazos.
Tomado de Ilustración Española
 y Americana
Mientras, en su línea izquierda los acontecimientos se desarrollaban favorablemente para los intereses liberales. Martínez Campos con su 2º División esperando en el Pico Helguera había comenzado su ataque dirigido a la conquista de Talledo. Llevaban desde las doce y media de la mañana intercambiando disparos y hostigando las trincheras localizadas en las cercanías del pueblo. Pero a esa distancia los pesados pero fiables fusiles Springfield carlistas, con los que están dotados la mayoría de fuerzas bizkainas, se muestran parejos a los flamantes Remington de las fuerzas liberales; por lo que la lucha en esta zona se convierte en un "toma y daca" de proyectiles que viajan de una colina a la otra.

A la una y media, y al mismo tiempo que se ha puesto en marcha la 1º División, Martínez Campos vista la necesidad de avanzar solicita voluntarios  para asaltar directamente a la bayoneta el reducto de Talledo. El 1º Batallón de Marina al mando del teniente coronel Manuel Manrique de Lara sale en su totalidad, a los que se suman distintos voluntarios de carabineros y personal del Batallón Valencia.

Estos soldados descienden del Pico Helguera para seguidamente atravesar un fondo de arroyo y afrontar el ascenso al reducto, sufriendo en el camino las descargas que efectúan los carlistas. Media hora después, las tropas encararan el repecho final que lleva a la trinchera. Según observó Araus: “[…] Despreciando las balas enemigas han llegado al barranco y sin descansar un momento han emprendido el ascenso al bastión, defendido por más de una batallón, a juzgar por el fuego que desde él se hacía. A la media hora el teniente coronel de marina, don Manuel Lara, con ocho hombres, llegó a la trinchera sable en mano cuando no había aun sido desalojada por el enemigo […]”. Por su parte, Tulloch, también testigo directo de la acción, describe así el momento: “Los "marines", encabezados por el Coronel Lara, saltaron sobre el parapeto de la trinchera, mientras éste les arengaba con su sable en mano”. Los soldados carlistas comienzan a huir pero sus oficiales, entre los que se encuentra Andechaga al grito de “¡Viva nuestro rey!” les hace volver a la trinchera. “Durante diez minutos se vio á Andechaga y al teniente coronel Lara frente a frente, excitando cada uno a los suyos: el segundo, para que apresuraran la subida de la pendiente, y el primero, para que volvieran a la trinchera que habían abandonado precipitadamente llenos de terror ante el arrojo de los nuestros. Puede decirse que ambos jefes estuvieron durante un momento entre dos fuegos. Por el momento pudo más Andechaga con los suyos, puesto que, volviendo a la trinchera antes que los marinos, pudieron ganar la altura, obligando a Lara y a aquel puñado de héroes a descender hasta el barranco, dejando tendidos a 4 hombres en su retirada”. Tulloch comentaç en su crónica que la llegada de los refuerzos del Regimiento de Valencia, permitió rehacer el ataque y de nuevo con Lara a la cabeza se ascendió hacia la trinchera. Esta vez Andechaga no pudo contener a sus hombres: “Andechaga se retiró el último, solo y con paso regular, y hasta pudo creerse que deseaba la muerte, puesto que, en vez de marchar por las sendas cubiertas de maleza que conducen á Talledo o al monte Mello, cruzó por medio de los sembrados, sobre cuyo verde claro se destacaban perfectamente los colores de su uniforme. Vestía pantalón grancé, bota de montar, un capote largo a la prusiana azul y boina del mismo color con borla blanca. Debe de tener bastante edad a juzgar por su barba, que me pareció muy blanca”

El regimiento Valencia entró en Talledo a los acordes del paso de ataque, al mismo tiempo que se daba la mano con la brigada Beaumont que subía al pueblo por las pendientes de la izquierda de la carretera, rodeando el monte Calaborco. Los carlistas se retiraron a una trinchera situada en la altura y desde donde hostilizaban el pueblo perdido y la carretera. “Una vez asegurado el flanco izquierdo Martínez Campos ordenó un movimiento a lo largo de la carretera, siendo reforzados por nuevas tropas y una batería Krupp, para acabar con las trincheras que hostilizaban la carretera”. A las seis de la tarde los carlistas también abandonan estas defensas: “Andéchaga denodamente se sostenía también en Talledo, a pesar del horrible fuego con que le acribillaban, pero como allí no hacía más que sufrir y las fuerzas enemigas de la derecha avanzaban e iban a envolverle, mandóle Elío que saliera y se replegara á las Muñecas para ampararse en las fuerzas de Yoldi.”

Todo parece indicar que la muerte del veterano general se produce en ese momento. Tulloch dejó constancia de lo siguiente: “Observamos a un oficial a caballo que se dirigía a una trinchera localizada entre una colina y la carretera, como si fuera a ordenar a sus hombres a retirarse. De repente se tambaleo en la silla y cayó de su caballo que se alejó galopando. Se observó a muchos hombres correr hacia el lugar, y en ese momento un proyectil de artillería estalló entre ellos, causando la muerte del cura de Sestao, su mano derecha”. Por su parte, Hernando relataba el hecho de la siguiente forma: “[…] Don Cástor Andéchaga desistía por fin de su empeño de defender á Talledo y sacaba sus fuerzas del pueblo antes de que las cercasen los republicanos, que por derecha e izquierda avanzaban. Habíalo ya hecho y salido a la carretera para ver el avance del enemigo, cuando éste, que observó el grupo que formaban Andéchaga y su estado mayor, hizo una descarga sobre él. Cayó en el acto muerto el desdichado general y su capellán, pero recogieron sus cadáveres y los pusieron en salvo”. El cuerpo de Andechaga es recuperado y, según ha recogido el historiador Javier de la Colina, fue llevado a Sopuerta en un burro confiscado al caserío el Pendiz (Sopuerta). Al igual que ocurrió con la muerte de otros grandes generales, surgirán distintas versiones del hecho, así Araus en su carta del 1 de mayo comunicaba: “[…] Anoche supe que su muerte ocurrió en Siro (sic) al hacer frente a una de nuestras guerrillas que después de pasar las Muñecas bajo algunos kilómetros por aquellas laderas. Al caer fue en su auxilio el cura de Sestao, su ayudante de órdenes y no bien se había bajado del caballo cuando fue muerto también por otra de nuestras balas. La bala había entrado a Andechaga por la sien derecha”

La desmoralización por la muerte de su general cunde entre las tropas encartadas, que según Hernando: “desmayaron y empezaron a desordenarse por la carretera, pero fueron contenidos en seguida por Lizárraga y las fuerzas del 7º de Guipúzcoa, que con el mayor orden y valor se mantenían firmes”.
Movimientos del 3º Cuerpo de Ejército en Las Muñecas
El Asalto Final

En el flanco derecho liberal, habíamos dejado a Echagüe súbitamente detenido por la irrupción en escena de las tropas castellanas. El general Concha, que seguía de cerca el movimiento de sus tropas, recibió el apremiante mensaje de Echagüe solicitando el envío inmediato de refuerzos. Pero con las dos brigadas que habían quedado de reserva empeñadas ya en el combate, Concha toma la decisión de agregar todos los efectivos asociados a su Estado Mayor al ataque. El corresponsal W. Gimenez Romera describía así la situación: “[…] Cuando llego el ayudante de Echagüe a la que posición que ocupábamos, el general Concha se agitaba impaciente por la tardanza en tomar lo que era objeto de combate (el Haya).
    - ¡Es una vergüenza, exclamaba, que ocho batallones carlistas tengan detenida aquí a una división del ejército español!
  -Mi general, dijo llegando en aquel momento el ayudante de Echague, la vanguardia necesita refuerzos a toda prisa.
   -No hay más refuerzo que nosotros, contesto el general; vamos todos.”

Gracias a la llegada de esta última reserva de hombres, estando a la cabeza el propio Concha, pudo finalmente  la 1º División contener y hacer retroceder a las tropas castellanas que en su ataque a la bayoneta habían desorganizado el inminente asalto al reducto del Haya. Según se describe en La Campaña Carlista: “Los castellanos tuvieron que renunciar a su empresa, cuando ya la consideraban asegurada, y emprendieron una retirada más heroica, si cabe, que había sido impetuoso el ataque, porque a pesar del mayor número de enemigos fueron retrocediendo paso a paso, haciendo fuego y con tal orden, que los republicanos no se atrevieron a lanzarse en su persecución y los dejaron llegar a donde estaba el resto de sus fuerzas sosteniendo la tercera posición (Pico Haya)

Finalmente se procedió al ataque del último reducto carlista. Según consta a Barrington Kennett, comisionado de la Cruz Roja, el propio Concha resultó contusionado durante este ataque: “Le entró una bala a través de la manga”; al igual que otros oficiales como Enrique Franch Trassera, oficial de una poca útil caballería en aquel terreno, que cayó herido en el hombro izquierdo de un balazo. La crónica periodística de Araus aseveraba: “El fuego fue tan violentó, que los robles quedaban sin ramaje y los troncos ennegrecidos por el humo de la pólvora”. El militar Tulloch también dejó constancia de algunas conductas destacables de los soldados liberales que reflejó en sus crónicas: “Fue durante la larga contienda por la posesión del reducto que pudimos observar y admirar la firme defensa hecha por un cuerpo de carabineros o guardas civiles que, muy probablemente, tenía la fortuna del día de ese lado. Las tropas no podían avanzar contra el terrible fuego del reducto, y tuvieron que echarse a tierra; pero un pequeño cuerpo de hombres, aparentemente no más de un centenar, bordeó el flanco derecho del reducto hasta una colina que lo dominaba. En ese momento, varios centenares de carlistas que se apresuraban como refuerzos, -sus líderes bien sabían el valor de la posición- apareció por un flanco a no más de 200 metros. Si los guardias o carabineros se hubieran retirado, los carlistas habrían atrapado la línea de ataque al reducto en flanco, y probablemente les hubieran arrollado; pero se mantuvieron firmes, y los carlistas, sin duda, engañados en cuanto al número de defensores en aquella estribación, retrocedieron después de un hacer un par de descargas”.

Hernando relató  los últimos momentos en la defensa del pico Haya desde el punto de vista carlista: “Aún defendían los castellanos tenazmente el montecillo, como última posición de la izquierda, así que no podían avanzar (los liberales) por aquel lado, pero como evacuado Talledo y avanzando por las Muñecas no teníamos fuerzas que oponerles, fue preciso abandonar el alto. Elío bajó a la carretera, y encargando á Lizárraga, que hasta entonces había estado con él, que dispusiese y dirigiese la retirada, se fue a Sopuerta. Lizárraga contuvo a los batallones encartados, procuró reanimarlos y con el mayor orden, al paso regular, bajó con las fuerzas también á Sopuerta ya al caer de la tarde, sin que el enemigo los persiguiera ni tratara de ir adelante”. Finalmente Velasco se retiró con sus batallones castellanos haciendo posteriormente el siguiente comentario: “[…] No quise, sin embargo, que el enemigo pudiera vanagloriarse nunca de haber hecho retroceder a los hijos de Castilla y continué sosteniendo la posición hasta anochecido, que les di orden de trasladarse conmigo á Traslaviña, habiendo antes pedido al brigadier Aizpurúa me enviase desde la posición que cubría alguna fuerza, como lo hizo, enviándome dos compañías de guipuzcoanos para con sus fuegos protegiera la retirada de los dos batallones castellanos que no tenían un solo cartucho, como lo hicieron”.

Estos guipuzcoanos, con el oficial Juan Aizpurua Abaroa al frente, fueron los últimos en abandonar sus posiciones, cubriendo la retirada del resto de las tropas. El azkoitiano Jose Tomas Echaniz Casteig era teniente del 8º de Guipúzcoa y en su relato trascrito por el Padre Apalategui describe que para ayudar al 7º se habían desplazado 4 compañías del 8º que se encontraban sobre el monte Zartzaga. Estas tropas se situaron “en un altozano, teniendo detrás una vaguada, y después nosotros, las otras compañías. Empezaron a hacer fuego, con la rodilla en tierra. Los liberales contestaban y seguían para adelante. En eso, los carabineros, avanzando por la derecha e izquierda de esas 4 compañías, por la vaguada que teníamos nosotros delante, empezaron rodearlas”. Aizpurua ordenó que se retirasen, pero con el ruido de los disparos no se escuchaban los toques de cornetas. Se gritó la orden de abrir fuego sobre los carabineros y fue cuando las compañías comprendieron que iban a ser cercadas, y echaron a correr. “Los más rápidos llegaron a nosotros”. Los últimos fueron hechos prisioneros. Continuando su relato: “Aquella noche nos quedamos en el alto del monte Zartzaga. También los liberales se hallaban arriba. Estando nosotros formados, nos dijo Aizpurua: 
  - Señores, ya veis en que situación nos encontramos. Si nos quedamos aquí, mañana por la mañana nos harán prisiones a todos ¿Qué podemos hacer? 
Entonces Enrique Urrutia Lartigue  dijo que quisiéramos o no, teníamos que marcharnos de allí. 
  – Pero si mis jefes –dijo Aizpurua- me piden cuentas de cómo he abandonado esta posición ¿saldréis vosotros en mi defensa?
  – Sí, eso sí.
  – Pues siendo así… ¡todos para abajo!”. 

Para entonces, las pocas compañías carlistas que al mando de Jose Navarrete estaban posicionadas en las estribaciones del pico Mello que miran a Somorrostro habían sido también desalojadas por las tropas al mando del general Palacios. Según cuenta Araus en sus crónicas: “[…] La división de vanguardia, al mando del general Palacios, recibió la parte más penosa de las jornada pues debía materialmente escalar la altura de Mello, donde han estado situadas las fuerzas de Navarrete desde el principio de esta campaña. […] Así fue que los carlistas de Navarrete (mandados por el veterano de la guerra civil don Jose Gutiérrez), atacados por el general Palacios y amenazados por la división Campos que le iba tomando las trincheras, base de su posición, tuvieron que abandonar con escasa resistencia esas formidables alturas, facilitando el que al anochecer se dicen la mano la divisiones de Martínez campos y Palacios, encima del paso de las Muñecas”.

Para el anochecer de aquel 28 de abril, todas las fuerzas carlistas habían abandonado sus pociones retirándose hacia Sopuerta. Concha remite al general Reyes, al mando de las tropas de retaguardia, la siguiente carta: “Comunique V. E. al Excmo. Sr. Duque de la Torre que la 1º División de este cuerpo ha tomado las posiciones de Las Muñecas, donde me encuentro, por la derecha y parte del centro. La 2º División, por la izquierda, ha encontrado un terreno insuperable; pero el enemigo queda rebasado completamente y tendrá que abandonarlo. La jornada muy calurosa y de gran fatiga en una subida constante de hora y media. No conozco las pérdidas. Acampo aquí”.

El Duque de la Torre contesta: “Recibido parte de V.E. y le felicito, como á las valientes tropas a sus órdenes. Cuando recibí su telegrama de Castro, que no ponía la hora de empezar el movimiento, lo dispuse todo, y a las dos de la tarde, oyéndose fuego de cañón por nuestra derecha, ordené la marcha de estas tropas, rompiendo el fuego la artillería de toda la línea, y al anochecer quedaron ocupado los pueblos de Montellano y Las Cortes, y tomadas las alturas que dominan á Peña-Corvera, que deben unirse con su izquierda. Al amanecer de mañana continuaré el movimiento, según las noticias que reciba de V. E. Trascribo a Guerra su parte. Acabo de recibirlo de mi derecha, está ya en contacto con la izquierda de V. E. Cuartel general, 28 de Abril a las once de la noche”.

El ataque combinado en la línea de Somorrostro y Muñecas había sido todo un éxito. El militar Tulloch aseveró en su libro: “La captura del paso prácticamente decidió la campaña a favor de las tropas nacionales”. Araus describía así los réditos de la victoria de aquel día: “[…] Nuestras fuerzas ocupan hoy toda la línea de montañas que e extiende desde el rio Somorrostro (Barbadun) hasta Trucios con distancia de más de cuatro leguas. Tomadas estas alturas puede decirse que dominaremos los valles de Carraza, Concha y Sopuerta, pudiendo atacar cómodamente las posiciones de Galdames, que por lo visto son la que más empeño tienen los carlistas en sostener[…]”.

Fragmento de mapa de la "Acción de las Muñecas". Álbum Siglo XIX.
Durante la noche cesó el fuego en toda la línea, comenzando todos los trabajos de intendencia para la prosecución de las operaciones al amanecer del 29. El Marqués del Duero vivaqueó en medio de las tropas a pesar de la lluvia que había comenzado a caer y que refrescaba el ambiente vivido aquel día.

Según los partes oficiales del ejército liberal la Batalla de Las Muñecas tuvo un coste de 45 muertos y 434 heridos: la 1º División, 29 muertos y 310 heridos; y la 2º, 16 muertos y 124 heridos. Se desconocen las perdidas carlistas, aunque los corresponsales describen que debieron ser elevadas. Solamente en el bastión de Talledo se contabilizaron 8 muertos y 18 heridos, además de numerosos prisioneros: “27 carlistas cogidos ayer en las trincheras han sido embarcados aquí para Santander”, destacando la muerte de Andechaga, que sumadas a las de Ollo y Radica en Somorrostro, supusieron un duro golpe para el estado mayor carlista y para la moral de sus voluntarios. Tulloch añadió un macabro detalle: “En el brezo, que, por cierto, se incendió al final de la acción, muchos de los heridos fueron quemados hasta la muerte”.

Grabado de la Batalla de Las Muñecas. Tomado de
"Relación histórica de la última campaña
del Marques del Duero (1874").
Fue el comienzo del final de la Campaña de Somorrostro, pero hasta el 2 de mayo todavía se escribirían más episodios de lucha y defensa para concluir el capítulo del levantamiento del Sitio de Bilbao y el abandono de la línea de Somorrostro. A  pesar de mantener prácticamente intacto su ejército y carácter combativo, para los carlistas fue un sonoro fracaso, existiendo una pequeña purga entre los altos mandos, que quedó reflejada en las páginas del libro Dorregaray y la traición del Centro: “Al hacerse público aquellos extraños sucesos (decisiones notablemente desafortunadas por parte de los generales al mando) , D. Carlos quería fusilar a Velasco y sumariar a Elío y los otros generales que tomaron parte en las Batallas de las Muñecas y Galdames; pero Dorregaray se opuso resueltamente, y las consecuencias se limitaron a que el general Elío marchase a Francia, Velasco al Centro, y poco después le siguió en este camino Lizarraga”.

Siguiendo el mismo hilo argumental, Javier de la Colina localizó en un caserío de Sopuerta un manuscrito titulado  "Apuntes para la Historia" escrito por un oficial carlista tras la finalización de la guerra. En las 12 páginas del documento, sin firma, ni fecha, se hacía una lectura muy crítica de muchas de las decisiones que se tomaron a lo largo de la guerra: comenzado con la falta de decisión en la Campaña de Somorrostro, el hecho de no empeñar todos lo batallones disponibles en Las Muñecas,  el "sistema de líneas" que obligaba a las tropas carlistas a luchar diseminadas, la inutilidad de todos los sitios sobre plazas fortificadas o la impericia para aprovechar la debilidad enemiga. Para ese oficial, que Colina ha identificado como Jose Manuel Gomez Solana, la pérdida de la guerra tenía un claro culpable: " [...]Sí, queridos compañeros de armas, no dudéis que la falta de dirección nos ha perdido, y porque no la ha habido también, os lo diré pese a quien pese y caiga sobre quien caiga, pues bien merece capítulo a parte, si quiera en la satisfacción a tanta sangre derramada y tantas familias arruinadas para un tan desastroso fin, debido no lo dudéis, a la ambición e intrigas de unos cuantos magnates, sin más bandera que sus torpes fines particulares,[...]".

Un Poco de Presente

Sobre ésta reconstrucción histórica de la Batalla de las Muñecas se realizó un trabajo de prospección arqueológica y generación de un inventario basado en Sistemas de Información Geográfica en el año 2011. Durante los trabajos de campo, tuvimos la posibilidad de entrevistarnos con habitantes de Talledo, como Julián Vivanco y Milagros Ugarte Zuloaga que por entonces tenían 90 y 83 años respectivamente, indicándonos que en su niñez solían acercarse a “refugios carlistas", donde siempre encontraban casquillos y balas con los que jugaban.

En un paisaje completamente alterado por las sucesivas plantaciones de pinos y eucaliptos, los mapas de distribución de hallazgos permitieron corroborar muchas de las afirmaciones que en el relato se realizan, clarificando algunos elementos poco conocidos o nunca planteados, y dejando algunas incógnitas. Pero esta sección, bien merece otra entrada al blog más específica,

A Modo de Conclusión

En la ladera del Pico Haya y en una zona de máxima pendiente, los hallazgos determinaron que al menos un soldado liberal había utilizado un afloramiento rocoso para parapetarse en su ascensión a la cima. Engarzada en una pequeña oquedad de aquella roca se localizó una vaina de cartucho Remington perfectamente conservada. La única explicación a que aquella vaina estuviera en ese lugar, era pensar que un soldado, tras hacer fuego con su flamante fusil monotiro,  hubiera abierto la recamara, extrajera la vaina de la misma y tras recogerla, la depositase en aquel hueco de su improvisado parapeto. Seguidamente recargó el arma con un nuevo cartucho, amartillo el percutor, saltó sobre la roca y siguió subiendo, envuelto en la humareda blanca de los disparos que a su alrededor se realizaban. Le quedaban escasos metros para alcanzar la cumbre.

Esa vaina se encuentra actualmente depositada en los fondos arqueológicos de museo de Cantabria.

Balas impactas de munición 50-70 para fusiles Springfield carlistas