jueves, 24 de agosto de 2017

Guerra en el Occidente de Bizkaia: 1ª Batalla de la Celadilla

La siguiente entrada al blog presenta un fragmento de los trabajos que se realizaron durante el año 2016 en relación con la puesta en valor del entorno natural del monte "Alto de Celadilla" o Trasmosomos, situado en el límite provincial de Bizkaia y Burgos.

Impulsado, tanto por diversas asociaciones como por entes municipales, se iniciaron y presentaron diversos estudios relacionados con este paraje de innegable interés, dada la combinación de elementos paisajísticos, ecológicos, arqueológicos e históricos que hacen del mismo un enclave singular. Las guerras carlistas, y especialmente los hechos ocurridos entre enero de 1875 y enero 1876, constituyen un valor añadido, en la medida que suponen la recuperación de una memoria histórica cercana en el tiempo pero, a todas luces, olvidada.

"Alto de Celadilla" en segundo plano. Foto del autor
Introducción

En la demarcación occidental del territorio histórico de Bizkaia, el topónimo “Celadilla” lleva desde hace siglos vigilando la entrada del Cadagua a Las Encartaciones. Abandonando tierras de Burgos el río se abre paso a través de los montes de Ordunte, y tras dejar atrás la encajonada villa de Balmaseda, serpentea en grandes meandros para llegar a la planicie del valle donde se sitúa la población de Zalla. Es en su angosto acceso a la provincia de Bizkaia, donde la sierra “Celadilla” muestra su potencial estratégico, habiendo sido utilizado como mirador privilegiado y elemento de control de todo lo que ocurría a las puertas del Señorío. La toponimia de la zona no deja lugar a dudas al respecto de su condición de atalaya natural, guardando recuerdo de su involuntaria participación en multitud de conflictos, con una variabilidad cronológica que puede ir desde los albores de la edad media hasta nuestros días. 

Dentro del turbulento final del siglo XIX y enmarcado en la última Guerra Carlista, la Sierra de Celadilla formó parte, una vez más y no será la última, del teatro de operaciones militares de dos ejércitos contendientes. Tanto será así, que topónimo “Celadilla” será un elemento recurrente en la descripción de los acontecimientos bélicos de la zona, siendo considerado como “llave de las Encartaciones”.

Guerra en el Occidente de Bizkaia: Marco Histórico

Los 28 años transcurridos desde que el “Abrazo de Bergara” pusiera fin a la Primera Guerra Carlista, no habían limado las graves diferencias que separaban las dos concepciones ideológicas predominantes en el momento: la tradicionalista y la liberal; muy al contrario, la lucha política había continuado en forma de levantamientos armados, en especial en los feudos carlistas por excelencia, como Cataluña, donde en 1846 estallaba la denominada Guerra de los Matiners.

Los cortos intervalos de tiempo entre revuelta y rebelión no favorecían los procesos de pacificación. Finalizando la década de 1860 se ponía claramente de manifiesto la incapacidad de los sucesivos regímenes liberales para organizar un gobierno estable que diera respuesta a los graves problemas internos y coloniales que sufría el país; mostrando una deriva política cada vez más acusadamente anticlerical y antiforal, que era eficientemente aprovechada para nutrir las filas carlistas. Bajo el amparo de un nuevo pretendiente al trono, Carlos María de Borbon Austria-Este “Carlos VII” se logró aglutinar la amalgama de descontentos que buscaban en un alzamiento militar el cambio de rumbo político y la vuelta a un “sistema tradicional”. 

Gustavo Cobreros y Cuevillas.
Historia Fotográfica de la Última Guerra
Carlista
Tras meses de reuniones y preparativos clandestinos, el 21 de abril de 1872 se produce un levantamiento masivo en las provincias de Bizkaia, Navarra y Cataluña. En el ámbito de Las Encartaciones destacaron las figuras del comandante de caballería Florencio Cuevillas , el alcalde de Barakaldo Gustavo Cobreros, el presbítero Pedro Garcia Salazar, y otros prohombres de la zona como Aniceto Llaguno o Cecilio del Campo que impulsaron, y en algunos casos, encabezaron distintas partidas. El entonces comandante general de la provincia, el liberal Ramón de Salazar y Mazarredo, manifestó al Gobierno Central de Madrid en un telegrama del 22 de abril la imposibilidad de sofocar el levantamiento con las escasas fuerzas de que disponía. El día 25 se estimaba que en Bizkaia existían entre 5.500 y 6.000 voluntarios carlistas. Los sabotajes y acciones de armas se sucedían en Las Encartaciones donde la denominada “facción de Cuevillas” por los liberales y “Batallón de Encartaciones” por los carlistas, sostuvo distintos encuentros armados, tomó preso a la corporación municipal de Sopuerta, recaudó dinero para la causa, requisó caballos, libertó a los presos de la cárcel de Amurrio y saqueó las casas cuarteles de Orozko y Balmaseda, entre otras actividades. Muy pronto se incrementaron las dificultades para las tropas liberales con el corte del telégrafo, las líneas férreas y la destrucción de algunos puentes; paralizándose los negocios en Bilbao y suspendiéndose los trabajos en las minas.

A pesar del aparente caos generado, la premura y falta de coordinación de las partidas carlistas, seguida de un rápido desplazamiento de tropas liberales a las zonas en conflicto abortaba esta primera tentativa. El 4 de mayo de 1872 el ejército liberal sorprendió en Oroquieta (Navarra) a parte de las tropas carlistas inmovilizadas en torno a su rey y carentes de armas. Carlos VII escapa a duras penas a Francia, dejando atrás a sus voluntarios. Ante semejante descalabro y viendo el cariz que tomaban los acontecimientos en Bizkaia tras la batalla el 14 de ese mismo mes en las cercanías de Mañaria, la junta carlista del Señorío optó por la rendición negociada de sus batallones en el llamado Convenio de Amorebieta (24 de mayo de 1872). Sin embargo este tratado no satisface a ninguna de las partes implicadas. Los rescoldos de insurrección no se apagan. Cataluña continua en lucha y la inercia del movimiento y la presencia de partidas que marchan y contramarchan hacen el resto. 

Gerardo Martinez de Velasco es nombrado comandante general carlista del Señorío. Ha conseguido mantener una fuerza de entre 500 y 1.000 hombres en armas, a las que se suman las partidas bizkainas que no han se han rendido en Amorebieta. En Las Encartaciones se encuentran varios de estos grupos armados: “[…] cerca de Valmaseda había unas cuantas partidas de 15 á 20 hombres, una de 60 mandada por Bonifacio Gómez, otra de unos 40 hombres mandada por Beláustegui; había también una de 30 hombres mandada por Cecilio del Campo.

Levantamiento de las partidas. Archivo de Navarra
Será en este momento cuando en el esfuerzo de reorganizar la guerra en Bizkaia se sume al empeño la popular figura del veterano carlista Castor Maria Andechaga Toral. El 18 de agosto de 1873 lanza una incendiaria proclama y paraliza toda la actividad minera de la margen izquierda: “[…] ¡A la lucha! Al combate, valientes Euskaros. Aún hay hierro suficiente en nuestras montañas; aún hay madera abundante en nuestros bosques para armar vuestros brazos y anonadar al infame que agita la destructora tea del incendio sobre el hogar en el que visteis morir á  vuestros padres. Ea, pues; ¡adelante!¡Viva la Religión!¡Viva el Rey D. Cárlos VII, Señor de Vizcaya! ¡Viva España cristiana! ¡Vivan los fueros! [...]”. A su requerimiento acuden muchos hombres, ya voluntarios, ya obligados, y con ellos se forman los Batallones 1º y 2º de Encartaciones que sustituyen al disuelto en Amorebieta.

Con las partidas consolidadas y los batallones de nuevo en estado embrionario, comienza a llegar el armamento comprado como excedente a países europeos y traídos mediante contrabando. Rifles Berdan, Allen, Chassepot, Snider, carabinas giratorias e incluso flamantes Remington modelo 1871 van sustituyendo los desfasados fusiles de avancarga que portan los voluntarios. No faltarán tampoco las armas de producción propia; el propio Andechaga se encargará personalmente de impulsar y poner en funcionamiento una fundición de artillería en la antigua ferrería de San Antonio de Ugarte en la población de Artea.

En los primeros días de agosto de 1873 el ejército liberal únicamente controla en Bizkaia la ría de Bilbao protegida por algunos fuertes, junto con las poblaciones de Portugalete y Bilbao. La guerra se ha “formalizado” y mientras la prensa de Madrid sigue tratando de forma despectiva la capacidad de lucha y organización del ejército carlista, los generales liberales comprueban como el sistema de defensa basado en pequeñas columnas móviles, resulta un completo fracaso. El propio Andechaga desarma al destacamento que guarnecía Ortuella, desbarata las pocas unidades que se atreven a hacerle frente y deja al resto de tropas liberales encerradas tras la protección de los muros.

La población civil comienza a sufrir los efectos del conflicto y personas no afines al carlismo, como el alcalde Lanestosa, Gregorio de la Colina, abandonan sus casas buscando refugio en zonas controladas por el ejército liberal. Otras corporaciones municipales solicitan el envío tropas o al menos fusiles para armar sus milicias, como el caso de Castro Urdiales (Cantabria). No faltaran tampoco los encartados que prefieran optar por las filas liberales; algunos tomando las armas como la contraguerrilla capitaneada por Eusebio Abasolo “Vinagre”, primer espada de su pueblo natal, Balmaseda, o actuando como informantes como Bartolomé Letona Basterra, natural de Orozco, pero buen conocedor de la geografía encartada.

Puente de la Muza en Balmaseda. Harresi Kulturala Elkartea
Un 22 de julio de 1873 Balmaseda será evacuada de tropas liberales convirtiéndose en un importante centro neurálgico del incipiente estado carlista que se extenderá por todo el territorio vasco navarro. La villa encartada servirá como centro de operaciones de los Batallones Cántabros y Castellanos del Ejército Carlista del Norte, y donde se constituirá la Real Junta Carlista de Cantabria, análoga en su funcionamiento a las Diputaciones Vascas, aunque con un territorio efectivo muy reducido. También será el centro neurálgico de muchas e importantes decisiones, contando con un importante hospital de sangre que dará cabida tanto a los heridos en combate, como a los enfermos de viruela, tifus, disentería… y un largo número de enfermedades infecciosas que sufren tanto los soldados como la población civil. Carlos VII, en su periplo por los territorios vasco navarros, llega a Balmaseda un 7 de enero de 1874, en la festividad de los Reyes, donde pasa revista a sus tropas y escucha misa solemne en la monumental iglesia de San Severino. Allí permanecerá hasta el día 13 cuando parta en dirección a Artzeniega para rezar ante la imagen de la Virgen de la Encina, antes de continuar su camino a Durango, sede de su Corte en Bizkaia.

Mientras, la guerra sigue su curso e importantes victorias caen del lado carlista. El 21 de enero de 1874, todo un batallón liberal, el Segorbe, queda encerrado entre los muros que defienden Portugalete y a pesar de la ayuda artillera de la escuadra liberal, capitula el 21 de enero de 1874. Los otros dos fuertes que los liberales poseían para la defensa de la ría, Luchana y Desierto, se rinden seguidamente. El 23 de enero toda la ría del Nerbioi se encuentra controlada por el ejército carlista y el Bilbao liberal queda reducido al casco histórico. 

El 21 de febrero las baterías carlistas abren fuego sobre la villa de Bilbao, cercado por los batallones bizkainos que llevan los sobrenombres de Guernica, Durango, Marquina, Munguía y Bilbao, al mando de Juan Nepomuceno de Orbe y Mariaca, Marques de Valdespina. En el lado contrario se encuentran 3.700 hombres bajo la dirección de Ignacio Maria del Castillo y Gil de la Torre que se concentran en diferentes fortificaciones de Bilbao para resistir el asedio. 

Obligados romper el incipiente Sitio, divisiones enteras del ejército liberal se desplazan en ferrocarril hasta Santander y Miranda de Ebro, avanzando por la costa. Con los ejércitos separados por el río Barbadun, comenzará la Campaña de Somorrostro. Durante tres meses se producirán una sucesión de combates, encuentros, ataques y maniobras, que desgastarán a ambos ejércitos, generarán miles de bajas y sorprenderán a Europa y al mundo del siglo XIX por la eficacia de la defensa carlista.

Levantamiento del Sitio y Entrada de las tropas liberales en Bilbao. Archivo de
Navarra
No será hasta abril de 1874 cuando con la llegada de un nuevo Cuerpo de Ejército al mando del Marqués del Duero, se realice un movimiento envolvente que permita desenquistar el campo atrincherado de Somorrostro. La tercera gran batalla de la campaña de Somorrostro comenzará el 27 de abril. La línea carlista se ha estirado todo lo posible, fortificando todos y cada uno de los pasos de Las Encartaciones. Sin embargo, no disponen de los medios, ni de los hombres como para defenderlo de forma efectiva. Mientras la comandancia carlista espera un avance por la zona de Karrantza, el Marqués del Duero ataca el puerto de Las Muñecas. No hay posibilidad de movilizar a tiempo refuerzos y el correoso Andechaga se ve en la obligación de detener con sus encartados y algunas compañías de castellanos y gipuzkoanos la marea de hombres que suben hacia el puerto de montaña. Andechaga intenta suplir con valor y entrega el error estratégico que le ha llevado a fortificarse en las cercanías del pueblo de Talledo (Cantabria), excesivamente expuesto a la artillería liberal. Ya en retirada cae junto a su capellán y gracias a un burro requisado a la dueña de la ferrería del Pendiz, se traslada su cadáver hasta la población de Sodupe donde es enterrado.

Roto el frente por las Muñecas y ante la posibilidad de quedar la práctica totalidad del Ejército Carlista del Norte copado, se toma la decisión de levantar la Línea de Somorrostro y abandonar el Sitio. Acción que se realiza en perfecto orden, sin pérdida de material ni hombres. Concha hace una entrada triunfal en Bilbao el 2 de mayo.

La apresurada retirada de los batallones carlistas ante el aparentemente imparable avance de las tropas de Concha hace que Balmaseda sea reconquistada por los liberales el 13 de mayo. Ahora toca a la corporación de corte carlista huir, siendo una comisión de vecinos la que se presenta ante el mismísimo Concha. Su discurso paternalista habla sobre lo inicua que era la guerra, de la punible é injustificada rebelión de provincias tan favorecidas y de su inquebrantable propósito de obligarlas a aceptar la paz o a que sus habitantes emigraran al interior de las montañas.

Los planes del Marqués del Duero son ambiciosos, queriendo dejar pacificadas de forma definitiva Las Encartaciones como paso previo a dominar Bizkaia y Araba. Recorre el Valle de Mena y baja hasta Orduña, donde también penetra sin grandes luchas el 17 mayo. Sigue su avance por tierras alavesas, llegando hasta Vitoria, restableciendo momentáneamente la comunicación entre la capital alavesa y Miranda de Ebro. Dispuesto a tomar Estella, corazón de la Corte Carlista, su muerte en la batalla de Abarzuza el 27 de junio de 1874 precipita los acontecimientos, retornando la situación a un estado previo al paso del insigne general. Los triunfos liberales han sido estériles y fugaces. A medida que el ejército liberal ha ido avanzando, el territorio que ha quedado a sus espaldas vuelve a manos carlistas, ante la imposibilidad de dejar tropas que lo sustenten. De esta forma, Bilbao queda de nuevo aislado y tanto Balmaseda como Orduña retornan a manos carlistas.

Tras la muerte de Andechaga, será Valdespina y posteriormente Berriz los que tomarán el mando de los batallones de Bizkaia. Por su parte los batallones de Encartaciones cambian su configuración, fusionándose los dos batallones iniciales para formar el 5º de Vizcaya, bajo el nombre de “Batallón Somorrostro”. 

Iglesia de San Severino en Balmaseda.
Harresi Kulturala Elkartea
Pero los batallones carlistas no son omnipresentes y el 21 de noviembre de 1874 la villa de Balmaseda se despierta con la entrada de toda una columna liberal. El diario propagandístico oficial carlista, el “Cuartel Real” lo relata de la siguiente forma: “Ayer mañana ocupó á Valmaseda una fuerza enemiga, compuesta de infantería, caballería y cuatro cañones, con un total de 4 000 hombres. En la villa ocupada no había ni sombra de tropas Reales, y la administración del Señorío solo tenía un pequeño almacén de provisiones. Se han verificado impunemente por los republicanos todo género de exacciones, depredaciones y violencias y, según noticias, han incendiado una cantidad considerable de barriles de petróleo, que no sabemos qué desastres habrán ocasionado […] los republicanos permanecieron en la villa cinco horas, sin alojarse y sin soltar las armas; pero no desperdiciaron el tiempo. Mientras Villegas arreglaba los pormenores de un reparto de cuatro mil duros, abonables por los carlistas, sus subordinados se esparcían por la población, penetraban en las tiendas, elegían artículos á su capricho, y, para salvar el honor de la República, recomendaban que cargasen a la cuenta de ésta el importe de las compras, ó daban recibos, firmados por Juan Palomo, Perico Retuerta o el Pelón de Almonacid. Hay que confesarlo: éste es un progreso evidente en las costumbres militares de los republícanos. Ya no roban, sino hurtan. Pero, de cualquier manera, es una maldad punible, de parte de esos ciudadanos, el quedarse con lo ajeno contra la voluntad de su dueño, para que la responsabilidad pese sobre terceras personas. Porque ha de saberse que el Sr. Bérriz, al llegar á Valmaseda y enterarse de la treta republicana, ha dispuesto que el reintegro se haga á los perjudicados por los liberales de la población; dejando al par sin efecto la exacción de las veinte mil pesetas, con otras prevenciones que los jefes de las tropas Reales se han encargado de hacer acá y allá, para que en lo sucesivo no se repitan desmanes contra los encartados, y se limiten los republicanos á hacer la guerra en buena ley”.

A pesar de estas “fáciles victorias”, lo cierto es que a finales de 1874 la situación en Bizkaia para las tropas liberales no es buena: se encuentran divididas en tres unidades aisladas entre sí y salvo los 8 batallones que están “encerrados” en Bilbao, el resto, ni tan siquiera pisan suelo bizkaino, teniendo sus cuarteles en San Sebastian (Gipuzkoa) y Medina de Pomar (Burgos). 

Voluntarios carlistas. Álbum Siglo XIX
El 4 de enero de 1875, el mariscal de campo Manuel Salamanca remite al Ministro de la Guerra en Madrid una memoria sobre el estado de la guerra en Bizkaia: “[…] la situación de la provincia de Vizcaya es todo lo mala que puede ser, porque está total y completamente dominada por el enemigo; que no se conoce la acción del Gobierno ni la de las tropas, dedicadas á una defensa pasiva absoluta […] Con el resto de España no hay absolutamente más comunicación que la ría. […]”. Además añade en referencia a la posibilidad de atraer al campo liberal a los habitantes de Las Encartaciones: “[…] Sabido es, excelentísimo señor, que los batallones de las Encartaciones, bien porque su carácter algo parecido al de los habitantes de la parte de Santander y limítrofes, y porque el continuo roce con aquellas zonas les haga más ilustrados y menos fanáticos y la dominación carlista sea menor, o por otras causas, son los menos seguros para el enemigo y donde hay más descontento. Sus intereses más ligados con Castilla y con la explotación de las minas en que obtienen crecidos jornales, hacen que pueda esperarse más fruto que en otra parte […]”.

La "Línea de Valmaseda"

A medida que la guerra en el Norte se va constriñendo a las provincias Vasco-Navarras, ante la manifiesta incapacidad del ejército carlista de avanzar y controlar territorios de forma efectiva, más allá de los territorios forales, se establece la denominada “línea de Valmaseda”: una defensa que partiendo del extremo más oriental de las Encartaciones de Bizkaia baja hasta Balmaseda, pasa por Arztiniega para llegar a Orduña. Supone el extremo izquierda del “estado carlista”, una frontera con un fuerte carácter psicológico que separa las dos concepciones de entender un estado; y para su defensa mantendrá tropas permanentes de cántabros, asturianos, castellanos, encartados y otras tropas bizkainas, llegando a concentrar hasta nueve batallones y contando con la colaboración puntual de tropas gipuzkoanas. 

"Línea de Valmaseda" y zona bajo domino carlista en el Norte en septiembre
de 1874.  Modificado de "Historia fotográfica de la última guerra Carlista"
A partir de este límite y con los frentes cada días más consolidados, se extiende una “tierra de nadie” que se encontrará en continuo conflicto, donde guerrillas y batallones marchan y contramarchan, aprovechando los momentos de debilidad del contrario. Las acciones y luchas se suceden en un corto espacio de tiempo, pudiéndose decir que era raro el día que no había algún combate. 

En este sentido, y en confrontación al mayoritario sentimiento carlista de Las Encartaciones de Bizkaia, el valle de Mena, a pesar de su innegable relación con Bizkaia, profesa una simpatía que parece inclinarse por el sector liberal. Esto no impide que el carlismo goce en la zona de una red de espías y simpatizantes, constituyendo el valle una puerta de entrada de materiales y hombres que llegan para enrolarse en los ejércitos reales. De hecho, el Padre Apalategui en sus entrevistas con veteranos de la guerra llegó a describir un auténtico “camino carlista” a través del cual los voluntarios castellanos, cántabros, leoneses y asturianos llegaban a Balmaseda, atravesando un territorio “a priori” controlado por las tropas liberales. Según Apataletgui también hubo meneses que formaron parte destacada del ejército carlista, como D. Juan "el cura de Mena". que llegó a ser oficial del batallón de Guías de la división castellana carlista.

Tumba de Juan Jose Villegas en Cobreces
(Cantabria). Su epitafio reza:
Ojo que viene Villegas. Cortesía de la familia
Al mando del cuerpo de ejército liberal que operaba en la zona se encontraba Juan Jose Villegas Gómez, al que los carlistas se referían despectivamente como “el predicador”. Este general, además de republicano convencido, se caracterizaba por ser un perfecto conocedor del terreno donde combatía y al ejército al que se enfrentaba, además de ser considerado como un gran estratega, tal y como habían puesto de manifiesto en la redacción del plan el plan que finalmente terminó con el levantamiento del Sitio de Bilbao, a mayor gloria del general Concha. 

Sobrepuesto a los primeros embates y descoordinaciones del comienzo de la contienda que había supuesto que la Diputación Foral Carlista de Castilla hubiera llegado a tener su residencia en Medina de Pomar y tras algunas victorias, como la entrada en Balmaseda en ausencia de lucha el 21 de noviembre, se enfrentó a la “línea de Valmaseda” carlista con una cierta precariedad de medios y falta de fuerzas suficientes. Villegas contaba únicamente con 4 batallones estando obligado a cubrir un extenso territorio. Esto permitía a los carlistas campar a sus anchas por todo el territorio de Mena, Quincoces, valle de Soba, etc., estableciendo aranceles, cargando tributos, tomando pertrechos y hombres, para seguidamente volver a sus líneas, para mantener un estado que comenzaba a quedar constreñido auna concepción defensiva que dejaba la iniciativa de las grandes acciones al ejército liberal.

Para paliar la ausencia de tropas regulares que controlasen la zona se armó una “contraguerrilla de Meneses”, también denominada “Voluntarios Meneses” al mando de Francisco Hoyos, al que se le unió 4 compañías del ejército regular comandadas por el oficial Froilan Castro, con el objetivo de combatir la actividad carlista en la zona. Curiosamente estas patrullas de civiles armados, se caracterizarán por presentar como parte de su atuendo el emblema característico de la uniformidad carlista: la boina; lo que produjo no pocas confusiones.

A finales de 1874 y comienzos de 1875, finalmente se presentaron en Medina de Pomar, y con un fuerte retraso por las nevadas, los 4 batallones de refuerzo que Villegas había solicitado. Con su llegada se encontró con un cuerpo de ejército lo suficientemente numeroso como para pasar de un estado de defensa y evitación de conflicto, a iniciar los preparativos para una ofensiva que alejara a los carlistas de Mena. En aquel momento el ejército de la izquierda contaba con: dos brigadas (1º Brigada: Regimiento de Infantería de Línea Mallorca Nº13 con los batallones 1º y 2º,  Batallón Reserva Oviedo Nº 3 y Batallón Reserva Santiago Nº 16. 2º Brigada: Regimiento de Infantería de Línea del Infante (Ramales) Nº 5 con los batallones 1º y 2º,  Batallón Reserva Burgos Nº4 y Batallón Reserva Cuenca Nº 24), dos escuadras de Caballería de Cazadores de Albuera (unos 300 caballos) y la 5ª batería del 3º de Montaña.

En un vuelo 3D generado con GoogleEarth se presentan los principales lugares geográficos que configuran el teatro de operaciones militares de la Celadilla:


Un Preludio 

El 7 enero de 1875, en un paisaje nevado, comienzan, de forma involuntaria, las acciones que desembocaran en la primera gran batalla de Celadilla. Los oficiales Francisco Hoyos y Froilan Castro, que se encuentran al frente de la contraguerrilla y de las compañías de regulares que apoyaban las acciones de estos voluntarios (unos 200 hombres), tenían órdenes claras en referencia a la evitación de cualquier tipo de confrontación, más allá de Villasana: “[…] ante la probabilidad de topar con fuerzas mayores, no se sobrepasará Villasana para facultar en caso necesario la incorporación de nuevas fuerzas o una auxilió rápido”. Sin embargo y según indica un telegrama publicado en el diario “El Cuartel Real”: “La columna enemiga de Medina, al saber se construían trincheras en Valmaseda, avanzó hasta una legua cerca de este punto, para impedirlo […]”.

Carlistas marchando. Diario The Graphic
Al medio día las guerrillas liberales desplegadas se topan con la presencia del pequeño batallón carlista de Asturias (1º de Asturias) que al mando del general Rafael Hurtado de Mendoza se dirigía por la carretera de Artzniega al Berrón. Junto al general carlista marcha Lucas Alarcia Garridos, proclamado gobernador militar (carlista) del valle Mena.

Según el relato aparecido en el diario o carlista “El Cuartel Real”, a las dos de la tarde de ese día, Rafael Hurtado de Mendoza y su batallón se encontraba entre los pueblos Antuñano y Bortedo, “habiendo tomado con anterioridad las precauciones convenientes para atravesar este valle, que todo es enemigo, y en el cual vaga la partida de los titulados Meneses, compuesta por 70 a 80 hombres”. Al llegar a la altura de Antuñano, Hurtado de Mendoza relata que comenzó a recibir fuego enemigo de las tropas que Hoyos había apostado en los altos de la Peña de San Miguel; produciéndose un intercambio de disparos por espacio de una hora.

Según continúa la descripción de la acción Hurtado de Mendoza, las tropas liberales intentaron un movimiento envolvente bajando por el cordal de San Miguel para caer sobre, la hoy desaparecida, ermita de Santa Isabel y subir a “las alturas del pueblo de Bortedo” con el objetivo detener el avance del batallón carlista. Pero el general carlista ya había esperado este movimiento, destacando una compañía en la ermita y avanzando “a la carrera” para tomar posiciones en Bortedo.

Combate. Modificado de La Ilustración Española y Americana
Sin el control de los puntos altos, y obligados a luchar en terreno más abierto, la contraguerrilla de Meneses y las tropas regulares pronto se vieron en inferioridad numérica y en la obligación de retroceder, “tras dos cargas a la bayoneta”. La retirada se convierte en desbanda al caer herido el capitán Hoyos, cuyo caballo quedará en manos carlistas. Mientras el débil frente liberal se desmorona, 34 soldados de una escuadra de gastadores y un oficial que habían quedado apostados en el Berrón, protegiendo el flanco izquierdo de la exigua fuerza de voluntarios y tropas regulares, quedan copados en dos casas. A las 5 de la tarde su resistencia se torna desesperada ya que los carlistas reciben los refuerzos de 4 compañías del batallón de Munguia y la compañía volante de Jose Maria Escauri(a)za (sic). Una hora más tarde, son hechos todos prisioneros, tomando los carlistas un botín que incluye. “[…] 32 fusiles y dos mulas de brigada con cartuchos”.

Hurtado de Mendoza aseguró que las bajas carlistas de la acción fueron “un brillante oficial muerto y dos sargentos y un soldado heridos”, y del batallón de Munguia un soldado muerto y otro herido. Gracias a los archivos parroquiales de San Severino Abad de Balmaseda tenemos la confirmación del fallecimiento de 4 hombres en esta acción, 3 de ellos del Batallón de Asturias:
  • Teniente del Batallón Asturias, Franciso Garcia Alonso de 41 años, viudo, nacido en Astorga (León) y de oficio dorador
  • Soldado del Batallón Asturias, Fausto Iglesias Gonzalez de 21 años y nacido en Valdevida (León)
  • Sargento 2º del Batallón de Asturias, Francisco Garcia Garcia de 27 años y nacido en Villabandin (León)
  • Soldado Juan Llorente Rodriguez, nacido en Salas de los Infantes (Burgos) y estaba casado
Malas Nuevas para Villegas

Alfonso XII
La noticia de la derrota sufrida por la columna liberal llegó a oídos de Villegas ese mismo día, mientras el general se encontraba de paso en el pequeño pueblo de Gayangos (Burgos), tras mantener con la alta oficialidad liberal una reunión en la ciudad de Logroño. La convocatoria de aquella reunión era especialmente delicada ya que en ella se iba a tratar el acatamiento del golpe militar que había proclamado Alfonso XII como nuevo Rey de las Españas y el cambio de rumbo que iba a tomar la guerra con esta Restauración; que si bien no iba a desarmar el carlismo, sí que iba a debilitar su fuerza. Para las tropas liberales el cambio suponía que se pasaba de luchar por una República a levantar de nuevo un estandarte monárquico. Esto supondrá un duro golpe moral para el republicano Villegas, que dada su bien conocida tendencia política, se verá relegado de la toma de las grandes decisiones.

Villegas, siguiendo las mismas recomendaciones que el propio general Salamanca había comunicado a Madrid en su larga misiva sobre el estado de Bizkaia con fecha 4 enero, había manifestado la necesidad de primar las acciones sobre la "línea de Valmaseda", de forma que se produjera una apertura del valle del Cadagua, que permitiera al ejercito de la izquierda liberal moverse a lo largo del eje del río para darse la mano con las tropas que permanecían aisladas en Bilbao. Pero la oficialidad reunida en Logroño hizo oídos sordos (una vez más) a las recomendaciones de Villegas, continuando Navarra como el centro de operaciones en detrimento de otros frentes.

El general Villegas retornaba a su base en Medina de Pomar sabedor que pronto se verá privado de parte de sus fuerzas y de cualquier posibilidad de realizar maniobras de carácter ofensivo. La lectura del comunicado donde se relataba la derrota y captura de 34 sus hombres, enciende todavía más los ánimos de Villegas: al desobedecer las órdenes dadas, los voluntarios Meneses y los regulares que les acompañaban, han servido en bandeja al ejército carlista una victoria de la que no tardarán en sacar réditos mediáticos, dejando prisioneros a toda una escuadra de selectos gastadores y trastocando sus planes de acción. Rápidamente marcha hasta Villasana para evaluar la temeridad que han cometido sus hombres. Allí recibe el parte de lo ocurrido de primera mano de boca de su subordinado Froilan Castro, al que no duda en suspender de empleo y sumariar por su conducta.

Campamento liberal. Modificado de Le Monde Illustre
Los dos días siguientes serán de actividad frenética en las tropas que manda Villegas preparándose para acometer la línea de Valmaseda frontalmente. Algunos de sus hombres ven en esta actitud un elemento “paternalista”, describiendo así su estado de ánimo: “[…] furioso como leona a quien astuto cazador arrebata sus hijuelos, concibe uno de esos atrevidos proyectos peculiares sólo a los grandes y privilegiados genios: decide rescatar a todo trance los prisioneros hechos, […]”. Pero también es posible que en la mente de Villegas rondase la idea de jugarse todo a una carta; allí donde una sonada victoria pudiera servir como elemento desencadenante del inicio de operaciones de mayor envergadura en la zona y como trampolín para validar su estratégico plan.

Una Gran Batalla

El 10 de enero de madrugada, y tras obtener el visto bueno de un ataque por parte de su superior el Manuel de la Serna y Hernández Pinzón, se movilizan todas las tropas. Villegas sale de Villasana al frente de las dos brigadas liberales que con el apoyo de caballería y artillería, suman unos 6.000 efectivos y avanza por la carretera directamente hacia Balmaseda, llegando a las 8 de la mañana al Berrón.
Restos de trincheras en el Alto de la
Celadilla

Frente a él se encuentra el 8º de Bizkaia “Batallón Bilbao”, el 1º de Asturias, además de 4 compañías del 6º de Bizkaia “Batallón de Munguia”, y algunas partidas volantes de las Encartaciones. Constituyen un total de aproximadamente unos 2.500 hombres, al mando del entonces coronel Sebastian Gorordo Arana. Como anécdota, escritores liberales cuentan que este tabernero reconvertido en militar había cometido diversas tropelías, entre ellas la de emplumar a una mujer por el mero hecho de ser sirvienta dentro de una casa de reconocidos liberales.

En completa ausencia de artillería, la defensa carlista sobre el terreno es escalonada basada parapetos y trincheras, contando con guerrillas en la zonas más avanzadas, y con puntos fuertes en el monte Coruño, Bortedo, y altos adyacentes a Antuñano; quedando como último bastión, las fortificaciones del monte Celadilla.

Villegas, favorecido por la fuerza que le confiere la concentración de sus tropas, maniobra dejando atrás la carretera y se interna a lo largo del valle de Aiega. Primeramente desaloja a las guerrillas que los carlistas presentaban en la ermita de Santa Isabel, no dudando en utilizar la artillería que coloca en el llano en la retaguardia de la ermita. Ante semejante despliegue y siguiendo la táctica de abandonar sus puestos para retroceder a la siguiente zona de defensa, los carlistas allí apostados se repliegan hacia zonas más seguras.

Tras salvar el pequeño escollo que suponía la defendida ermita, Villegas distribuye sus tropas en el valle para acometer los “huesos duros” que suponen las defensas de Bortedo y Antuñano, a su vez vigilados y protegidos por las elevaciones de Coruño y los Altos de Antuñano.

El pueblo de Bortedo no tarda en caer, seguramente porque los carlistas prefieren concentrar sus fuerzas en la opción de defensa que les proporciona el Coruño y seguidamente toda la 1º Brigada (Regimiento de Mallorca, y Reservas nº 3 y 16) se dirige a las Alturas de Antuñano, dejando atrás el pueblo y coronando las alturas sin grandes contratiempos; donde 6 compañías del Batallón Reserva Nº3 queda en posición defensiva, casi a distancia de tiro de los parapetos carlitas que se encuentran en el denominado “Campo de la Celadilla”. Para evitar sorpresas en ese flanco se ordena al 1º de Mallorca que se coloque en la retaguardia de la extrema derecha de la línea, con el doble objetivo de proporcionar cobertura y socorro a esas 6 compañías que han quedado en los Altos de Antuñano, y estar en observación de una posible presencia de refuerzos carlistas que pudiera aparecer por la carretera de Artziniega. Adicionalmente Villegas despliega una sección del regimiento de caballería de Albuera, para que avance por esa carretera y sirva como elemento de control avanzado. El resto de la 1º Brigada, el batallón Reserva 16 y el 2º de Mallorca, se parapetan en el pueblo Antuñano; mientras otras tres secciones de caballería de Albuera se colocan a retaguardia en el llano a cubierto del fuego carlista pero cerca del pueblo, para acudir en caso de necesidad.

Batería liberal. Modificado de La Ilustración Española
 y Americana
En la primera acometida los carlistas han sido arrollados, perdiendo la zona de Berrón, Bortedo y Antuñano. Una vez establecido y protegido su flanco derecho, Villegas se concentra en tomar el punto fuerte que representa el monte Coruño. Dos compañías del Batallón del Oviedo han recibido la orden de dirigirse al mismo, apoyadas por la cobertura de dos piezas de artillería que son colocadas en el Bortedo; sin embargo, la lluvia de plomo que reciben hace que a los pocos disparos sea preciso retirarlas. Ante esta defensa, Villegas opta por maniobrar con la totalidad de su 2ª Brigada de forma escalonada, disponiendo que el Batallón de Reserva Nº 4 tome posiciones en lo largo de las primeras casas de Bortedo, y proteja el avance del resto de la Brigada. Por su parte el 1º del Infante se coloca en posición de batalla en las alturas de Bortedo y finalmente el 2º Batallón del Infante, al mando de Alberni, es el encargado de asaltar la cumbre del Coruño. A las 4 de tarde, las crónicas liberales indican que el plan trazado se ha cumplido, quedando el Coruño en poder liberal, así como un punto más avanzado denominado Pico Castillejos, distribuyéndose la artillería en estos dos importante puntos.

Los carlistas se han replegado hacia su última línea de defensas, las fortificaciones del Celadilla, auténtica llave de Balmaseda, desde la que mantienen un domino estratégico del campo de batalla. Desde las posiciones recién conquistadas Villegas observa las defensas del Celadilla, que en ese momento concentra a la mayor parte de tropas carlistas que han ido retrocediendo. El general ya había manifestado su rotunda negativa a atacar de forma directa tropas atrincheradas, independientemente de la cobertura artillera que pudiera tener. La lección aprendida en los campos de Somorrostro ha calado hondo en el general.

Noticia aparecida en el Cuartel Real
El periódico carlista “El Cuartel Real” interpreta con una cierta distorsión de las realidad, lo ocurrido ese día en una breve reseña en su rotativo: “La columna enemiga de Medina de Pomar, mandada por Villegas, fuerte de 12 batallones (sic), se ha aproximado a Valmaseda, rompiendo el fuego de fusilería y cañón en nuestra izquierda. El fuego empezó a las nueve de la mañana de hoy, siendo rechazado el enemigo a la una de tarde, con pérdidas de infantería y caballería (sic). […] Esta tarde han entrado en esta villa (Balmaseda), los prisioneros hechos en la acción de anteayer. Con este motivo el entusiasmo de estos habitantes es, si cabe, mayor que otras veces”.

Una Estrategia Temeraria

Con la llegada de la noche cesa el intercambio de fuego y Villegas ordena acampar a sus batallones en los puestos que ocupaban, excepto a la artillería que la hace retroceder a Bortedo, alejándola de un posible “golpe de mano”. A las 11 de la noche ordena comunicar un plan audaz y extremadamente arriesgado: el brigadier Manuel Travesi Perez, transmite a los comandantes del Batallón del Oviedo y el 1º de Mallorca su elección como las tropas asalto que serán las encargadas de avanzar por la noche para tomar los puntos altos de la línea carlista. 

A las 2 de la madrugada del día 11 de enero, las tropas salen del pueblo de Antuñano en dirección a las faldas del monte Arbaliza, cuya cúspide, denominada "Pico Redondo", se encuentra fuertemente fortificada. La vanguardia está constituida por las compañías 6º y 7º del Oviedo, junto con otras dos del Mallorca a las órdenes de Ricardo Alonsos. Le sigue un cuerpo central con el resto del batallón Mallorca a las órdenes de Julian Azañon y cerrando el grupo las otras 6 compañías del Oviedo al mando de Senen Caveda Zarracina. Una hora más tarde, los dos batallones del Infante parten con idéntico objetivo.

En completa oscuridad, las tropas avanzan siguiendo primeramente el camino que une Artzeniega con Balmaseda atravesando el pueblecito de Antuñano, paralelo a la pequeña regata que forma con sus aguas vertientes los Altos de Antuñano.  A un kilómetro escaso, las tropas se detienen el denominado Puente de la Molina. A partir de aquí, giraran a la derecha siguiendo los tortuosos senderos que trepan las faldas del Arbaliza. En la cabeza de cada grupo avanza un guía local, un habitante de la zona buen conocedor del terreno y de la localización de las tropas carlistas.

Centinela carlista.
Álbum Siglo XIX
Las crónicas liberales indican un ascenso en un terreno pedregoso y caótico, muy posiblemente siguiendo las barranqueras de los arroyos. La climatología en aquella noche de enero, con un fuerte viento reinante, ahoga el ruido de las tropas en movimiento. El relato de los acontecimientos destaca que los “voluntarios” que actuaban de guías no tardan en perderse y desaparecer en la noche; muy posiblemente la obligatoriedad de su incorporación forzosa al plan nocturno no era de su agrado. Esta pérdida obligará a los oficiales liberales a hacerse cargo de la situación y a tratar de enardecer unos ánimos alicaídos a medida que la noticia de la “desaparición” de sus guías se propaga por la tropa. Los tres grupos seguirán avanzando solos: “La subida se practica a rumbo, cayendo y levantando entre la maleza, con silencio”.

Las tropas precisarán de entre 3 a 4 horas para llegar a los altos, posiblemente en alguna zona cercana Pico Redondo, que queda identificada en las crónicas como “eminencia que domina el Coruño”. Son las 6 de la mañana y pronto comenzará a amanecer. Rápidamente se distribuyen guerrillas que flanquean las defensas carlistas para caer sobre unos sorprendidos y ateridos centinelas, que en algunos casos confunden al enemigo con sus relevos: “- ¡Que son guiris!”, gritan demasiado tarde. Mientras, el resto de la fuerza liberal forma en columna de maniobras en los altos para acudir “a donde fuera necesario”.

Combate. Modificado de Representación de la Batalla de
Abarzuza
Siguiendo su costumbre, y mostrándose excesivamente confiados en la inexpugnabilidad de sus posiciones, la mayor parte de las tropas carlistas han descendido a los valles a pernoctar en zonas más abrigadas, para retornar al amanecer a ocupar sus posiciones y seguir plantando cara desde las alturas a Villegas. Ya se encuentran de camino asturianos y bizkainos, avanzando sin ningún tipo de precaución y sin ser conscientes que los que les esperan en la cima no son sus compañeros, sino tropas liberales. Los momentos de confusión se multiplican en la penumbra del amanecer, ya que las tropas liberales confunden a los propios carlistas, con la contraguerrilla de Meneses en cuyas cabezas lucen la consabida boina. De forma casi anecdótica, ambas fuerzas, casi llegan a mezclarse, hasta que estando ya cercanos, un capitán del Oviedo, Salustino Velazquez, reconoce que son carlistas, y ordena a su compañías hacer fuego. Aturdidos y sin saber a ciencia cierta que está ocurriendo y a las fuerzas a las que se enfrentan, la columna carlista se desintegra huyendo hacia Zalla y Balmaseda.

En un golpe de suerte, los dos batallones del Infante que al igual que el resto sus compañeros han perdido sus guías y no han llegado a su objetivo, se han desviado demasiado a la izquierda del Arbaliza. Cubriendo el camino que subiendo desde la villa de Balmaseda y que pasando por “Campo los Ajos” llega a la Celadilla, se suman con sus fuegos a desbaratar a las desprevenidas fuerzas carlistas que ascendían por dicho sendero.


Un Amanecer de Incertidumbre

Al clarear el día Villegas desde la retaguardia observa con preocupación los altos con sus prismáticos. Comprueba que existe movimiento de caballería en los pastizales de montaña que existen entre el Pico Celadilla y el Pico Bandera, pero sabe positivamente que sus tropas han avanzado sin caballos, por lo que apesadumbrado deduce que tienen que ser carlistas. Lo que no alcanza a discernir es que esos caballos están conducidos por sus propios soldados que los han tomado junto a armas, municiones, pertrechos, una bandera sin lema alguno y distinta documentación, que los carlistas han dejado en su precipitada huida. Finalmente le llega una comunicación directa de Caveda en un escrito garabateado en lápiz: la Celadilla está ocupada y el camino a Balmaseda está abierto. Villegas suspira aliviado.

Señalando el Pico Bandera desde Celadilla. Foto del autor
Únicamente queda desalojar a algunas compañías carlistas que desde los altos de la izquierda del Cadagua, se empeñan en sostener un fuego intermitente con la brigada del Infante, por lo que ordena avanzar la artillería de nuevo al Coruño y hacer fuego sobre las mismas. Al poco, los últimos conatos de resistencia carlista se diluyen.

La sorpresa en la villa encartada es demoledora. En un golpe de mano, la “línea de Valmaseda” ha sido superada, dejando a sus habitantes, una vez más, a merced de las tropas. Villegas no tarda en hacer avanzar a cuatro compañías del batallón Reserva Nº4 protegidas por las fuerzas situadas en las posiciones conquistadas, hasta el mismo centro de la villa. En las crónicas liberales tratan la ocupación desde un punto de vista magnánimo, donde Villegas hace leer y fijar un bando desengañando a las “más carlista población de Vizcaya” sobre la verdadera situación del país y anunciando el indulto a los carlistas que se entreguen y proclamando a D. Alfonso XII, Rey; además de imponer un castigo de raciones de vino y carne para sus tropas. Sin embargo, reunir y transportar 7.000 raciones se le antoja a las compañías destacadas demasiado complicado, por lo que en su sustitución reúnen una compensación económica de 1.755 pesetas, que serán distribuidas entre la tropa.

Mientras, las tropas carlistas se van reagrupando en Zalla donde permanece el coronel Felipe Sabater con las compañías del batallón Bilbao que no habían entrado en batalla; atentos ante cualquier movimiento de avance de Villegas y despachándose rápidos correos alertando de la situación al brigaier Berriz, para que acuda con refuerzos desde la línea de bloqueo de Bilbao.

Una Victoria sin Laureles

Evolución del frente en la 1º batalla de Celadilla sobre modelo 3D
Sin embargo, Villegas detiene bruscamente su ataque en los puntos conquistados. La punta de lanza que constituye su ejército ha logrado conquistar un preciado terreno. Pero en ausencia de refuerzos o la combinación de otros movimientos tácticos por parte de otras tropas, le resulta demasiado arriesgado seguir avanzado en territorio carlista. A pesar de todo, el general liberal ha conseguido una victoria de autentico mérito con un movimiento táctico de alto riesgo. A un precio irrisorio de 22 heridos y 2 contusos, se ha hecho con la "llave de las Encartaciones", ha entrado en Balmaseda, ha desbaratado todo el sistema de defensa carlista, haciéndose con prisioneros, pertrechos, armas... .

Pero todo queda en eso: "un golpe de efecto". Es más, a las tres de la tarde comienza la retirada de las tropas liberales de Balmaseda, de forma escalonada y sin ser molestadas. El abandono, no solo Balmaseda, sino también la Celadilla, deja perplejos a los carlistas, que no tardan en volver a ocupar todas las zonas perdidas, haciéndose eco del "Cuartel Real" de la noticia: “El brigadier Berriz ha ocupado Valmaseda, en cuyo punto continúa hoy con el batallón de Guías de Rey y algunas fuerzas de la comandancia de su mando. En Orrantia, Antuñano, Ortedo (sic), Berron, Quijano y Santa María han tomado posición los batallones de Bilbao, Orduña, 5º de Castilla, algunas compañías de Munguia y la partida volante de las Encartaciones. El enemigo se ha escalonado desde Entrambasaguas, a una hora de Santa María, hasta Villasana”.

El estratégico plan de abrir el Cadagua hasta Bilbao que había cobrado forma y fondo con la ruptura de línea carlistas con apenas bajas, no ha tenido el “eco” esperado por Villegas. En la prensa de Madrid apenas se hará referencia a lo conseguido por el general. Unos escuetas noticias comentadas el diario La Iberia y La Época a finales de ese mes citan de la siguiente forma la acción: “[…] Conseguido que se propuso el general Villegas, cual era el destruir las fortificaciones que los carlistas habían levantado en Valmaseda, parece se ha retirado a la provincia de Santander (sic)”. Pocas victorias han tenido una resonancia mediática tan pobre. Si Villegas había construido este temerario ataque para forzar a sus superiores a tomar en consideración su plan con hechos consumados, lo cierto es que lo único que ha conseguido es hacer comprender a los carlistas lo endeble de su “línea de Valmaseda”, tomando buena nota de ello. La Celadilla no volverá a caer en manos liberales de forma “sencilla”.

Mercado en Balmaseda. Tomado de España Fascinante
El frente vuelve a la "normalidad" y la vida cotidiana de una villa, en un estado permanente de guerra, no impide que el mercado semanal se celebre. En el diario liberal La Iberia del 20 enero de 1875, se publica la siguiente noticia en relación con una supuesta conversación mantenida por unos habitantes del Valle de Mena con un grupo de soldados carlistas que habían acudido al mercado: “[...] Preguntándoles si habían estado en la acción última les contestaron afirmativamente, diciendo que tenían casi por milagro el haber salvado la vida, y añadieron que Villegas les había abrasado. De las noticias que los carlistas y las gentes que asistían al mercado adquirían mis vecinos, resulta que los carlistas se las vieron tan mal, que tuvieron que abandonar sus heridos, cosa que no hacen sino en último extremo; que además de los muchos muertos carlistas que se recogieron y enterraron al día siguiente de la acción, los fugitivos que se ahogaron tratando de vadear el Cadagua, que iba muy crecido, están apareciendo gran número de ellos en los bosques que median entre Valmaseda, Bortedo y Antuñano, lugares de este valle donde comenzó la acción; que la gran mortandad fue en la orilla derecha del Cadagua, en cuyos viñedos y bosques quisieron resistir los carlistas; y por último, que entre estos el desaliento y la deserción son grandes”.

Un Continuará

Pero el desaliento parece afectar más al rocoso Villegas que a los propios carlistas. Según lo estipulado, y sin modificar una coma de lo acordado en Logroño, al damnificado republicano general se le reclamarán 4 de sus batallones para reforzar la guerra en Navarra. El oficial, como no podía ser de otra forma, obedece. A decir del autor del libro "Estudio Crítico de la Última Guerra Carlista", “fue necesario un año de vacilaciones y desengaños para persuadir al General en Jefe y al Gobierno de que estaban equivocados, y que efectivamente era el Cadagua, el principio y modo de operar para dar fin a la guerra”.

Valle de Mena desde Vallejo. Ilustración Española
y Americana
La pérdida de hombres de Villegas, sumados a los refuerzos de compañías de alaveses y gipuzkoanos que los carlistas hacen llegar a la línea de Valmaseda, invierten el peso de la balanza que caerá del lado de los intereses de los seguidores del pretendiente. Serán ahora los carlistas los que tomen la iniciativa en la zona, mientras que el ejército liberal se verá en obligación de mantenerse en un estado defensivo, fortificando el valle de Mena con una línea de reductos.

En los siguientes meses de 1875 se sucederán las acciones de armas en la "línea de Valmaseda": asalto al fuerte de Ramales, batalla de Villaverde, acciones de Mercadillo, sierra de la Complacera, Carrasquedo,... . Estériles enfrentamientos de marcha y contramarcha con desigual fortuna para los bandos contendientes, hasta que en julio de ese mismo año, de nuevo Villegas con su ejército de la izquierda al completo, encare de nuevo las faldas de la Celadilla en la que será la segunda gran batalla de la Celadilla... que bien merece otra entrada al blog.

Nota del Autor: La reconstrucción histórica las batallas de la Celadilla toma como base diferentes descripciones localizadas en variada bibliografía (Diarios de época, Recuerdos Militares de Manuel Rodriguez Maillo (1893), La Campaña Carlista de Francisco Hernando (1877), Anales de la Guerra Civil de Nicolas Maria Serrano (1876). Narración Militar de la Guerra Carlista (1883-1889), Estudio Crítico de la Última Guerra Civil de Baldomero Villegas (1887), Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista de Antonio Pirala (1890), La Campaña del Norte de Antonio Brea (1897), Los Asturianos en el Norte de Ramon Elices (1893 entre otros) con datos e información, no siempre coincidentes y añadiendo un componente subjetivo en la interpretación de los hechos con el objetivo de buscar siempre la máxima verosimilitud de lo ocurrido.

Agradecimientos: A Juan Luis Díez de Mena por contar conmigo para estos trabajos de puesta en valor y su inestimable ayuda e interés.

Mesa de orientación instalada en el Pico Bandera. Aún presentando una errata en la fecha constituye un
buen ejemplo de puesta en valor de un "paraje con historia". Fotografía del Autor